Siempre el periodista ha sido el elemento más débil que existe, dentro de la cadena alimentaria que tienen los medios masivos de comunicación. Sería muy parecido a la función que cumple un fusible dentro de un tablero de energía eléctrica; no responde, entonces se descarta tirándolo lo más lejos que se pueda.
Por lo general, se encuentran bajo la intensa presión de los dueños del medio, o de los auspiciantes publicitarios o políticos autoritarios, metidos en algo raro o bien de abogados mal intencionados que los amenaza con terribles demandas. Es en ese tipo de tira y afloje es cuando el periodista comienza a tener otro tipo de problemas.
Conflictos con su pareja, que no entiende que su compromiso va mucho más allá, del horario de oficina y que incluso a riego de perder su propia vida. Falta de comunicación con sus hijos, a quienes los ve dormir cuando sale de la casa y ya acostados cuando regresa. Incomprensión de parte de amigos, parientes, vecinos y hasta de algunos colegas de profesión.
Ni que decir, que la pareja debe tener una gran confianza a prueba de celos. Porque solo sabrá cuando entra, pero nunca cuando este sale. Nunca tiene tiempo para si mismo y solo se quejará cuando el stress, los dolores de columna o de cuello, la alta presión, la gastritis, la úlcera y la ansiedad casi lo estén por acabar.
No tiene derecho a enfermarse, porque la noticia no espera. Ni tampoco a protestar por el tipo de cobertura que haga, sea o no de su agrado. Noticia es noticia y lo importante es quien la descubre primero. No importa el modo o la forma como se la consiga. La ética, a veces, hay que meterla en el “freezer”, aunque sea por unos instantes. En especial cuando se tiene una familia formada.
Si bien esto no es nuevo, pero es algo que el común de la gente desconoce y cree que pertenecer a al gremio de la prensa es tener una credencial que permita la impunidad para estacionar un vehículo en donde a uno “se le dé” las ganas. Por eso me indigna cuando leo los titulares de los principales matutinos del continente, una cierta campaña contra la prensa, como si esta fuera la culpable de todos los males ocasionados.
Parece mentira, pero esto es así. Casi ninguno de los gobiernos de nuestro subcontinente, está preparado para recibir críticas, acerca de los sucesos que sacuden a las distintas sociedades de Sudamérica. Todos los mandatarios, enrolados en seudos democracias, insisten en matar al cartero, solo por traer malas noticias, en vez de requerirle al autor de esas mismas cartas.
Sin embargo descargan toda su furia contra los hombres y mujeres de prensa, como si estos fueran los actores principales de esas tragicomedias, cuando lo único que ellos hacen, es reflejar, en los diferentes medios, las voces del pueblo que hace tiempo, ellos ya no escuchan.
Eso es porque se han encerrado en un autismo recalcitrante, seguidos por una prolífica corte de adulones, y el poder absoluto ha terminado por corromperlos y perder la noción de la realidad. Por eso esta gente se enfurece, porque se han acostumbrado a no ser contradecidos, ni en sus más mínimos caprichos.
Tal el caso de Rafael Correa, quien mantiene una agria y encarnizada disputa con el diario El Universo por causa de una columna de opinión que este mismo medio mantiene y a la que el presidente ecuatoriano considera como ofensiva e injuriosa por haber sido llamado, en ella de dictador.
Está en juego el derecho, no solo a informar, si no también la libertad de expresar con responsabilidad la información dada. Y esta no es la primera vez que el gobierno de Correa hostiga contra los distintos medios de comunicación, constituyendo así, en una verdadera campaña orquestada de amedrentamiento.
Muy cerca de allí, en Perú, fue asesinado a tiros, el periodista José Oquendo Reyes, el tercer periodista muerto en lo que va de este año. En todos los casos, las investigaciones de los tres asesinatos desembocaron en un verdadero callejón sin salida y por lo tanto, los familiares y colegas temen que estos queden impunes.
El tema prosigue en Brasil, con el asesinato del comunicador radial Canuto Leandro, conocido como Wanderley, por parte de dos personas, que viajaban en una moto. En su programa, “Señal Verde”, solía realizar todo tipo de denuncias, especialmente las que apuntaban a la Alcaldía de Tabinga, en el Estado de Amazonas.
Este no es el único caso registrado. Otros cinco más siguen en un proceso investigativo del cual aún no se ha tenido ningún tipo de resultado. Lo llamativo es que casi todos los asesinatos fueron cometidos en pequeñas ciudades, algo retiradas, en donde los hombres de prensa se encuentran vulnerables y desprotegidos.
En Nicaragua, donde el presidente Daniel Ortega pretendería una reelección, esto ha generado una total resistencia por parte de casi toda la ciudadanía, en especial de los estudiantes. Durante una marcha de protesta, por la supuesta inconstitucionalidad, los manifestantes sufrieron la dura represión de la Policía Nacional.
Sin embargo las imágenes difundidas por el Canal 63 de Managua, solo muestran apenas simples forcejeos entre los efectivos policiales y los asistentes al acto. Lo que indicaría claramente que parte de estos sucesos fueron salvajemente censurados por parte del Poder Ejecutivo, a fin de no mostrar imágenes que pudieran hacerle perder credibilidad tanto dentro como fuera del país.
Sin embargo el país en el cual la vida de un periodista no vale absolutamente nada, es en México, y donde Irina Bukova la búlgara Directora General de la UNESCO mostró una gran preocupación por la gran cantidad de periodistas asesinados, a causa de las denuncias de narcotráfico. Desde el 2010, este país encabeza el ranking, muy por encima de Irak, Congo y Ruanda.
Otro país que mantiene una permanente guerra con todos los medios de comunicación, es Venezuela, en donde el famoso y archiconocido presidente, Hugo Chávez, se ha cansado de cerrar periódicos y censurar canales de televisión. La limitada y parcial información que recibe la población, es cuidadosamente controlada por los Servicios de Inteligencia del Estado.
Sin embargo, “hecha la ley, hecha la trampa”. Por medio de las redes sociales Facebook y Twitter los venezolanos se enteran de lo que realmente sucede dentro y fuera del país. E incluso se lo comunican al mismo Chávez, como para que se entere de la inutilidad de sus medidas.
Este ha sido el somero panorama en que vive todo hombre o mujer de prensa. No son santos pero tampoco diablos. Apenas son seres humanos con muchos planes y sueños a realizar como todos nosotros, y que han encontrado en esta profesión no solo su medio de vida si no también su vocación. Así que si se tiene que disparar, entiéndase metafóricamente hablando, que sea contra quien genera la noticia y no contra quien solamente las difunde.
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