martes, 26 de marzo de 2013

TE AHOGAN Y TE ASFIXIAN

El amor de pareja es una de las experiencias más hermosas de vivir que todo ser humano puede llegar a disfrutar en plenitud, si es que se encuentra con la persona indicada. Los momentos que ambos disfrutarán serán imborrables y quedarán grabados a fuego en sus corazones y almas.
 
Sin embargo, en determinado momento, y sin saber cuál es el motivo, uno de los dos sentirá celos del otro. Solo basta con la mirada echada por algún extraño o bien cierta forma de vestir del compañero/a y que el otro considere algo provocativo, para que se genere este tipo de respuesta emocional. 

Hasta aquí bárbaro, ya que a todos nos gusta que nuestras parejas nos celen un poquito. Es una simple demostración de cariño que nos reconforta al saber que somos importantes en su vida. 

Pero cuando los celos ya no son una demostración simpática de ternura y se transforma en algo más complicado y molesto, significa que eso sale de los carriles normales para pasar a la insanía. 

Los celos son un estado emocional que se define como una ansiedad extrema que se evidencia en situaciones reales o ficticias, y en donde una persona tiene el temor a perder a su pareja, a la que mentalmente la hace de su posesión y de la que no desea, de ningún modo, perder el dominio sobre ella. 

Hay algo conceptual que no siempre las parejas discuten sobre esto, ya que prefieren hablar de temas más superficiales que de temas urticantes. Pero básicamente una pareja es el resultado de la unión espiritual, sentimental y física de dos personas. En iguales condiciones y sin predominio de una sobre la otra. Cada uno de ellos debe necesariamente respetar la individualidad del otro. 

En caso de no hacerlo, forzosamente uno de los dos tendrá que ceder y someterse al otro. Con lo cual eso será una pareja de amo y esclavo en la intimidad y simularan una pareja feliz, cuando estén fuera de casa. El no comprender la individualidad del otro implica que los sentimientos que profesa no son precisamente de amor. Si no una rara mezcla de egoísmo-posesión y pertenencia. 

Estos elementos son el caldo de cultivo de los celos enfermizos, aquellos que aprisionan, asfixian, fastidian y terminan por matar cualquier sentimiento que se profese hacia una determinada persona. Es justamente la desconfianza y la sospecha permanente la que tiñe, y perjudica, la relación con la persona amada. 

Básicamente todo este tema se reduce a que la persona que queremos prefiera a otra, en nuestro lugar. De aquí se desprenden dos cosas bien claritas. 

La primera es, si nuestra relación da lugar a los celos, como sería provocar o insinuarse con individuos del otro sexo. Cosa que lo justificaría, en cierto modo. 

Pero ahí deberíamos entrar en otros carriles como que ha sucedido para que esto se produzca. Tema este que queda para otra oportunidad. Pero en el caso que los celos sean totalmente infundados y que de un modo reiterado se hagan los correspondientes reclamos; ahí ya habría que buscar el origen de esto, en disturbios de tipo neurótico o psicopático. 

Para que los celos infundados sean un factor irritante durante la vida cotidiana, deben coincidir varios elementos que por si solos, no llegan a potenciarse. El primero de ellos sería la inseguridad que uno de ellos lleva sobre sus espaldas. 

Ese temor a perder cosas, si no es atendido por un profesional competente, puede traer graves problemas de conducta y hasta trastornos de consecuencias inimaginables. 

El individuo pierde su autoestima y cree que una posible traición por parte del ser amado, puede afectar su prestigio y su honor, delante de quienes lo rodean. Por lo tanto se autodestruye a sí mismo, tanto como pretende hacerlo con su pareja, al basar sus sospechas en fantasías o ver fantasmas donde no lo hay. 

Todos los argumentos contundentes chocaran contra el muro que el celoso construirá y que hará que no acepte razones más que las que él cree ver. Por lo tanto se sentirá abandonado, menospreciado y burlado. Llegando hasta incluso perseguir con odio a su "amor" y sin vacilar, puede atacarlo con furia, al sentirse impotente para controlar una situación fuera de su control. 

Cosa esta que continuamente estamos viendo en noticieros o en la primera plana de los principales matutinos de todo el mundo. Ahora bien, la agresión física no sería el único factor con que la victima se siente atacada, sino que también corre peligro el equilibrio emocional, cuyo bienestar psicológico se ve amenazado. 

Cuanto más, el celoso o celosa reclame como posesión propia e impida la libertad de movimientos y de sentimientos, más rechazo percibirá de su pareja. Lo que empezó como un juego inocente al comienzo, termina siendo una tortura. El celoso cree que lo que hace es lo correcto, sin embargo, de ningún modo, se puede uno confundir, al creer que los celos son parte del amor. 

El celoso mezcla su miedo al ridículo, a estar en boca de todos, el sentir con dolor que la otra persona vale más o bien quieren evitar ser el hazmerreír del círculo de parientes y amigos. Ahora bien, los celos dentro de la pareja es una de las aristas de este sentimiento malsano. El celo infantil que se manifiesta tras el nacimiento de un nuevo hermano. 

Se da también entre los profesionales que se tornan desconfiados y muy competitivos, que no desean trabajar en equipo, magnificando los pequeños detalles, no compartiendo información, controlando lo que ocurre a su alrededor y no aceptando a aquellos cuya capacidad pudiera opacar la suya. 

Vivir con una persona así mucho tiempo, es una lenta agonía y un morir cada día. Especialmente si existen golpes o amenaza de ellos de por medio. Muchos quedan sometidos por temor a las represalias, hasta que un día, hartos de soportar tanto miedo, toman la determinación que los devolverá al camino perdido mucho tiempo atrás. 

Pero convengamos en una cosa. Si bien el victimario no anda bien de la cabeza, tampoco la víctima se salva de esa alineación. 

Ya que si bien uno es el sádico, el otro es el masoquista. Que también hace oídos sordos a parientes y amigos, cuando se le pide que abandone a su pareja. Los que superan este obstáculo, si volverán a respirar nuevamente el aire de la plena libertad, sin que se ahoguen ni se asfixien más. 



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