Escuchando el nuevo eslogan de la Secretaría de Turismo (SENATUR), vino a mi memoria, la inmensa cantidad de viajes, realizados por el interior del país, a lo largo de estas tres últimas décadas. Durante mis recorridos me he encontrado con bellezas naturales dignas del observador más exigente.
Y paisajes que
quedaran grabados en mi retina, por el resto de mi vida. Sin embargo, en medio
de tanta belleza, muchos elementos no son tenidos en cuenta, pero que son
fundamentales, ya que conspiran para que todo sea como debe ser. Una de ellas
es la situación de virtual abandono en que se encuentran todas las localidades
de nuestro país. Salvo puntuales excepciones.
La mayoría de las
ciudades y pueblos del interior no solo presentan un aspecto de total desidia,
sino que a los ojos del visitante tornase realmente desagradable, por mostrar
un estado deplorable. Lugares con un llamativo atraso, y en donde el desarrolló y el progreso pasaron de largo sin
ningún interés en establecerse.
Hasta en sus calles y
avenidas principales, se encuentran colmadas
de enormes y peligrosos baches. No tienen nada que se pueda llamar
vereda, no existe una señalización adecuada y mucho menos hablar de una
iluminación conveniente. Todas las plazas principales, de esos mismos pueblos,
presentan una visión tan lamentable que muchas veces lo deja a uno bastante
deprimido.
Pero lo más triste
del caso, es que estas plazas, son prácticamente el eje urbano más importante
con que cuenta cada una de estas ciudades. Siguiendo el modelo colonial
español, es fácil adivinar que dicho lugar esté bordeado por la municipalidad,
la iglesia, la universidad, el juzgado de paz, la comisaría y muchas veces, por
la infaltable radio local.
Será fácil observar,
en todo el perímetro, un sinfín de vendedores ambulantes, de todo tipo, laya y
pelo; vendiendo panchos y/o “asaditos” de dudosa procedencia y salubridad.
Quinieleros, vendedores de pororó, algún que otro artesano que fabrique
recuerdos de esa ciudad y hasta marginales y delincuentes.
También árboles
añosos, pero llenos de hongos, como si a nadie eso le importara. Bancos
desvencijados y faltos de pintura que los proteja de la intemperie. Juegos que
alguna vez se destinaron para las criaturas pero que en la actualidad lo usan
más los adultos que los mismos niños y niñas del lugar.
Lo primera cosa que
el visitante o posible turista se pregunta es: ¿Qué clase de autoridades,
tienen estos pueblos que en vez de incentivar el desarrollo, frenan
negligentemente su progreso? Pueblos y ciudades que viven estancados como en la
década del 60 y 70 del siglo pasado.
Como es que tanto se
promociona tanto el turismo, cuando el país no está ni mínimamente preparado
para recibirlos, alojarlos, hacerlos pasear, distraerlos y que se lleven un
buen recuerdo a sus lugares de origen. Nadie discute la belleza de los paisajes
naturales y la originalidad de los monumentos erigidos. Pero para llegar hasta
ellos, es una aventura digna de Indiana Jones.
Todos los lugares
importantes a ser conocidos carecen de una buena infraestructura, no contando
ni con las más mínimas comodidades, como puede ser un simple baño para
cualquier necesidad fisiológica que el visitante precise o agua corriente, como
para higienizarse. No existen lugares de venta de postales o fotos, que en
todos lados del mundo da sus buenos dividendos o artesanías que distingan a ese
lugar de otro.
Gente sin tradición
turística, que no sabe tratar al visitante. Que quiere venderle lo que tiene y
no lo que el cliente quiere o precisa. Sin contar el sobreprecio al cobrarle.
Los lugares de comidas generalmente dejan mucho que desear. En especial, por
cuestiones de higiene, tanto en sus cocinas como en sus inmundos sanitarios.
Los salones son muy
desagradables ya al ojo humano, no hablemos entonces del olfato. Estos lugares
están solo preparados para una clientela sin exigencias y que llevan lo que le
dan y como un favor especial. Este concepto es el que debe cambiar para que la
idea del TURISMO penetre en el
metabolismo del paraguayo.
Al turista le gusta
observar paisajes agrestes, pero no creo que pague por ver lugares miserables,
sin ninguna infraestructura y que tenga
que hacer sus necesidades entre los yuyales. Por lo tanto, y según mi modesta
opinión, como toda las cosas se debe empezar de cero y sobre base firme y
sólida. Lo primero a concientizar es que el turista no es un pollo que camina y
al que hay que desplumar de una sola vez. Al turista hay que cuidarlo,
protegerlo y mimarlo.
Para que no solo se
lleve un buen recuerdo sino vuelva solo o con otros invitados. Los vendedores,
los chóferes de taxis, el personal de los hoteles, y todos aquellos vendedores
de servicios que tengan contacto con ellos deben tomar cursos de capacitación a
cargo de sus sindicatos o de la
SENATUR.
Los caminos deben ser
mejorados, especialmente en su ancho ya que la mayoría de los tramos son
angostos como fideos. Optimar su señalización y por supuesto los paraderos,
intimados a ponerse en condiciones higiénicas y estéticas, ya que con solo
verlos dan lástima. Cuidar el tema de los animales sueltos en la ruta.
Los intendentes y
concejales paraguayos deberían de copiar de sus homónimos de ascendencia
extranjera, como los de Hohenau, María Auxiliadora, Fram, La Paz , La Colmena , Santa Rita, San
Alberto, Santa Fe, Colonia Yguazú, Filadelfia, Loma Plata; el modo de
administrar más dinámicamente sus distritos. Estando en esos lugares, uno se
pregunta si no salió, por casualidad del país.
Los aeropuertos son
un desastre y no están al nivel de los otros latinoamericanos, ya que no
cuentan ni con radares. Por desgracia se abortó un excelente proyecto de
otorgarlos en concesión. La total ignorancia una vez más ha triunfado en nuestro
país, privándonos de tener algo como la gente sin tener que invertir en ello.
En estas condiciones
no es fácil impulsar una campaña turística, teniendo todos estos elementos en
contra. Y no contento con ello se le puede sumar los pésimos y haraganes gobernantes
que tenemos en todos los distritos y una población indolente que ni colabora
con la limpieza ni el ordenamiento urbano como tampoco impide que se lo estafe
al visitante con los precios y servicios.
Hay que remarcar que
Asunción y las ciudades satélites están en peores condiciones que el interior,
solo que lo disimulan mucho mejor. A Paraguay para sentirlo de verdad, como
dice el nuevo eslogan de SENATUR, hay que amarlo con obras concretas, no con
palabras dulces puestas debajo de un logo. De lo contrario sonará como un vulgar
proselitismo de campaña política, que a un verdadero sentimiento albergado en
el corazón.
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