Si se analizara minuciosamente la gestión del abogado Javier Zacarías Irún durante los casi seis años estando al frente de la segunda ciudad de la República , diríamos rápidamente que fue más bien pobre en resultados, si es que hacemos una relación tiempo de gestión-royalties- destino de las inversiones.
Cuando se hace un balance de este tipo, cosa que no es sencilla, se debe recordar todas las variables que pueden influir para que una gestión salga bien o suceda todo lo contrario. Para ambos casos siempre existirán personas que se colocaran del lado del intendente y por supuesto tendrá sus detractores.
Empezar por el comienzo
La memoria es la herramienta más útil con que cuenta el ser humano, ya que le permite no sólo recordar sino automáticamente hacer las odiosas comparaciones. Ni los pioneros ya se acuerdan de las sucesivas demarcaciones que sufrió la ciudad, pero desde el 89 hasta la fecha ha crecido sin un control ni parámetros urbanísticos o nada que se le parezca. Tampoco se han organizado las áreas comerciales, residenciales e industriales. Y si lo hicieron, nadie los ha respetado y eso es porque faltan controles que fiscalicen.
Llegado a este punto, habría que hacer una aclaración. Teniendo en cuenta que la ciudad que recibió era un perfecto caos, no sirviendo esto de excusa en su favor, porque de lo contrario no se hubiera comprometido con tamaña responsabilidad. Pero al hacerlo inmediatamente tendría que haber cambiado los malos hábitos tanto de los contribuyentes como el de los incontables funcionarios municipales.
La falta de inspecciones periódicas, han sido una continua falla en la gestión del actual intendente. El control sobre los permisos de obra, sobre el estado de los vehículos de pasajeros, de la limpieza de las calles y la recolección de basura, de la limpieza de los taxímetros, de los baños de los negocios que sirven comidas, de las cocinas, de las instalaciones eléctricas, de los malos modales de la policía de tránsito, y un sin fin de ítems que serían imposible de detallar.
Una burbuja de detergente
Si se tuviera que definir estos casi seis años de Zacarías con algo concreto se lo podrían comparar con aquel famoso aro impregnado en detergente que al soplarlo las criaturas producían esas hermosas burbujas multicolores que hicieron las delicias de muchas generaciones. Efectivamente una pompa de detergente. Hermosa, brillante, atrayente, y llena de luces de todos los colores, pero lamentablemente hueca, apenas se la toca se desbarata en mil gotas.
Se preparó todo el microcentro como para dejarlo mucho más presentable, limpio y ordenado ante los ojos del turista internacional. Cometiéndose el grave error de pensar que por el Puente de la Amistad se recibía a turistas, cosa que no es cierta ya que sólo son compradores de dos horas a lo sumo de permanencia en el país, o pequeños contrabandistas según la opinión de nuestro vecino y que ni locos se atreven a llegar hasta Oasis. Por lo tanto la remodelación ha sido estéticamente hablando positiva, pero pensando sólo en los habitantes de las 20 manzanas que abarcan únicamente la zona comercial.
Perdido como pingüino en el Sahara
Los asesores de Zacarías, deberían de haberlo advertido que esa época de oro y esplendor, en la que los mesiteros llegaron a ganar quinientos dólares por día, jamás volverá. Durante ese tiempo el mundo fue evolucionando y muchas cosas pasaron. Cayó el muro de Berlín, desapareció el comunismo, se desplomaron todas las dictaduras sudamericanas y sin embargo Ciudad del Este durante este tiempo sólo cambió de nombre.
Una vez ya entrado en el nuevo milenio, los cambios políticos, sociales, religiosos, y hasta los hábitos sexuales tomaron nuevos impulsos y se tornaron más dinámicos, sin embargo nuestra ciudad pretende seguir viviendo de glorias pasadas. No teniendo dirigentes de categoría que miren más allá de sus narices, es difícil conciliar metas y objetivos a corto y mediano plazo.
Y no sólo eso, si no que definan los lineamientos del tipo de ciudad que se pretende para el futuro. Sin esto, seguiremos a la deriva, desdibujados, siendo solamente una ciudad con una fama que a todos nos avergüenza. Por eso, para cambiar a esta ciudad no se necesitan cantitos pegadizos, mucho maquillaje microcéntico y pegatinas demagógicas en cuanta pared libre se encuentre por ahí, sólo se precisa de sentarse y planificar con personal capacitado a dónde queremos llegar.
Ciudad del Este no termina en Oasis
El microcentro quedó mejorado, pero las áreas habitacionales siguen padeciendo los mismos problemas de siempre. Nadie parece acordarse que estas existen y que el grueso de la población del distrito se encuentra en ellas. Generalmente se pasean de vez en cuando por aquellos lejanos lugares como para hacer acto de presencia.
Posiblemente Área 1 y el Barrio Boquerón sean una excepción a la regla, pero por razones obvias y que no merece ser comentada. Luego viene la nada. Los reclamos no siempre son atendidos y generalmente se pierden tras una montaña burocrática de papeles encimados. Es lógico, Zacarías no puede sobreponerse a un mal de índole nacional ni superar las necesidades de orden presupuestario cuando ni el jefe del poder ejecutivo lo ha podido lograr.
Qué nos espera
Viendo la intransigencia de nuestro vecino, del cual nunca obtendremos resultados positivos, sería recomendable, apuntar a una reconversión, de la cual siempre se habla, pero que nunca acaba por llegar. La maquila es otra de las cartas por jugar, pero que parece no despertar cierto atractivo para los inversores.
Blanquear empresas que se dedican a la piratería, usando marcas propias, sería otra alternativa aceptable así como crear una infraestructura turística que genera fuentes de trabajo y divisas, dejando a la hotelería en manos de los brasileños ya que es imposible competir con ellos en precios y comodidades.
El balance general es bastante pobre por la cantidad de dinero que ha entrado por los royalties en comparación a los resultados que se encuentran a la vista.
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