Todas las propuestas de los presidenciales hasta ahora, daría la impresión, que son sólo una copia de un único modelo. Pareciera que todos ellos se han puesto de acuerdo para “recitarle” a quien quiera escucharlos, la misma historia, y que es precisamente, lo que la gente quiere oír.
Ninguna de ellas se diferencia de la otra, aunque sabemos, que en caso que cualquiera de los candidatos asuma el poder, solo cumplirá un pequeño porcentaje de todo lo prometido durante la campaña electoral. Esto es parte también de la experiencia colectiva con que el pueblo paraguayo ha llegado a conceptuar a sus líderes políticos. Es costumbre nativa que durante el proselitismo, se tenga “carta blanca” para prometer cualquier cosa, por más fuera de la realidad que esto sea, total seguro que no se cumplirá.
Sin embargo, no es necesario ahondar en cuestiones filosóficas ni metafísicas para darse cuenta que esta nación tiene un solo problema y solucionando éste, los demás entuertos pueden llegar a minimizarse. La cuestión es simple y no tiene muchas vueltas. Todo se resume en la falta de trabajo. Nuestro país cuenta con el 75% de su masa laboral, trabajando sub-ocupado o con el “cuentapropismo” informal, no gozando de ningún tipo de beneficio social y casi no tenido en cuenta, ni por el Estado ni por la actividad privada.
Generalmente sus entradas apenas cubren un poco más de la mitad de un salario mínimo, con lo cual económicamente es imposible mantener una familia. Sin embargo existen miles de ellas que se debaten entre la sub-alimentación y la carencia sanitaria casi absoluta, lo que es lo mismo pronunciar, “bajo la línea de pobreza”.
Una persona sin trabajo es como un muerto en vida. No puede consumir, no puede hacer planes y su espíritu se quiebra al sentirse impotente de no ser ni siquiera autosuficiente, peor sí tiene que mantener a una familia. Sus pensamientos rozan la desesperación y la angustia, con lo cual sus ideas se trastocan y por más que se tenga firmes convicciones, la necesidad tiene cara de hereje.
Del desasosiego al acto de delinquir existe solo un paso. Muchos individuos en esta misma situación caen en la marginalidad, se incrementan las deserciones escolares por carencias económicas y la necesidad de ayuda familiar. Por falta de dinero no se puede acceder ni siquiera a un centro de salud, por lo tanto ésta se deteriora sin poder remediarlo. Un abatimiento general se apodera del individuo y éste, poco a poco, y sin darse cuenta va descuidando tanto su higiene personal como su aspecto general.
Al tener un poder adquisitivo cero, no mueve el comercio, no aporta al fisco, es solo un alma en pena que deambula entre la gente sin un futuro claro, viviendo el día a día como puede. Esto que parece una novela de ficción, en nuestro país, es una cruda y triste realidad, porque es inimaginable que pueda albergar un 43,1 por ciento de pobres y ultra-pobres en su territorio.
Es una vergüenza y un verdadero estigma que los últimos mandatarios deberían cargar sobre sus espaldas, sin embargo pareciera que esto no le importara. Es incomprensible para cualquier extranjero entender como un país tan fértil como el nuestro, con abundante materia prima y recursos naturales, tenga que seguir estando en una etapa de total subdesarrollo. En el Paraguay aun la gente pasa diariamente por necesidades extremas.
Las fuentes de trabajo genuinas garantizan el despegue económico del país, apoyada siempre por una legislación que proteja a la inversión privada, pero que también garantice que no todas las ganancias serán enviadas al exterior y si un buen porcentaje se reinvierta aquí.
La gente no necesita canastas básicas como limosna, lo que pretende es tener un buen trabajo que garantice su sustento y le permita planificar un futuro mucho más promisorio que el que ahora tiene en sus manos.
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