Es indudable que el próximo gobernante del Paraguay, tendrá sobre sus espaldas, una herencia demasiado pesada de sobrellevar. Sea este del partido que fuere, porque cinco años le será totalmente insuficiente para que se puedan apreciar grandes cambios.
Eso se debe a que en la presente gestión se tendría que haber llevado a cabo verdaderas mudanzas estructurales, transformaciones de fondo y no de forma, aunque fueran netamente impopulares y Nicanor tuviera que hacerse cargo del costo político.
Tal como hizo su colega Néstor Kirchner, quien tras heredar las tremendas consecuencias del gobierno de Fernando De La Rua , se puso inmediatamente a trabajar e hizo todo lo que se espera de un mandatario que enfrenta a una nación en llamas. Tal es así, que su esposa, la actual presidenta del país hermano, aliviada en su tarea de salvamento, sólo terminará los detalles y limará las aristas más puntiagudas que su esposo, que por falta de tiempo, quizás no pudo concluir.
Kirchner afrontó todos los riegos posibles, se peleó con la mayoría de los sectores de la sociedad argentina, pagó todos los platos rotos y sus decisiones rompieron de una u otra forma con la oligarquía de su país. Los resultados están a la vista. Dejó el poder con el índice de popularidad más alto en toda la historia argentina y un país que no para de crecer, especialmente, en el área económica.
Mientras tanto aquí, todas las recaudaciones impositivas y de exportación se elevaron hasta índices nunca imaginados. Sin embargo, esa masa impresionante de dinero sigue cautiva en manos de unos pocos y el resto de la población sigue pasando penurias. Es decir, que estamos como siempre.
Seguimos estando a la deriva, con postulantes que no presentan propuestas creíbles, que solo empujan al electorado a quedarse en sus casas y teniendo como telón de fondo, las sombras del fraude, hecho este que ha dejado de ser patrimonio exclusivo del partido colorado, sólo se fomenta la indiferencia y el ausentismo de los electores.
Los perdedores no saben perder y los ganadores se ven impotentes para traerlos nuevamente a las filas partidarias. Todos ellos trabajan por sus colores y en provecho propio. En el centro de salud se dan vacunas antiamarílicas sólo a los afiliados al partido colorado y si sobran, son para el resto. Exactamente lo mismo ocurre en la gobernación paranaense. Primero se prioriza el trato con los liberales y luego, si sobra algo de tiempo, viene el resto de los mortales.
Todos estos pésimos dirigentes se mueven sobre bases mezquinas y egoístas, olvidándose que el paraguayo sólo debe pensar en nuestra tricolor: la roja, blanca y azul. Si los dirigentes, próximos a gobernarnos, no tienen en claro que la solución a todos los problemas en nuestro país, pasa por lo administrativo antes que lo económico, todos volveremos a perder otros cinco hermosos años.
Si no se ponen en la cabeza que la prioridad número uno que tiene Paraguay es crear fuentes de trabajo genuinas, y las condiciones jurídicas para atraer a los inversionistas nativos y extranjeros, entonces, desde ya no podremos frenar la incesante emigración de nuestros compatriotas ni el despoblamiento del campo, que es una de nuestras mayores riquezas.
Si no se priorizan estos elementos, que son la raíz de todos nuestros males, desde ya estamos condenados, irremediablemente al fracaso. Si no se piensa en el bienestar general, este país seguirá siendo mediocre, pobre y lo peor de todo, poco creíble, dentro y fuera de nuestras fronteras.
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