Siendo argentino de nacimiento, pero paraguayo por propia decisión; me ha tocado la dolorosa experiencia de asistir a algunos actos arbitrarios, así como ser testigo mudo de muchos hechos y palabras injustas hacia tal o cual actitud o postura que tenga una persona o un grupo de individuos que sean paraguayos.
Cuando me refiero a lo doloroso del asunto, es porque conociendo bastante bien a los dos mundos, tuve que optar, en muchas oportunidades, siempre por uno u otro. En mí, como en muchos inmigrantes, se amontonan una desagradable cantidad inimaginable de sentimientos contradictorios, favorables a uno, en un determinado momento y contrarios en otros.
Sin embargo, con el correr del tiempo, ese débil equilibrio mantenido, dentro de mí, se rompió, volcándose hacia uno de mis dos amores. Con lo que mi lado afectivo tuvo cientos de convulsiones espasmódicas hasta comprender que etapas son etapas. Suena fácil al escribirlo, pero es un largo proceso que me llevó largos años digerir.
Si bien Argentina fue mi país de origen, y quien me proporcionó una sólida cultura, fue en Paraguay donde pude desarrollar todo aquello aprendido y evolucionar tanto como ser humano como intelectual.
Paraguay me dio la oportunidad que mi país de origen no me brindó. Fue esto mismo que hizo desequilibrar a mi balanza interior.
Sin embargo tengo que reconocer que todos los lazos no se han cortado del todo. Aún extraño su buena pizza, la faina, aquí totalmente desconocida, y su infaltable vasito de moscato, las medialunas crocantes, de jamón y queso, o los fanstasticos bizcochitos de grasa, junto con el mate.
También sería injusto olvidarme de los sabrosos buñuelos de membrillo, tan deseados en los días de lluvia. El pan Felipe o francés o el pan flauta, el pebete, la morcilla, el jamón serrano cordobés, el salame Milán, el chimichurri, el queso Mar del Plata y algunas delicias por el estilo, de los que en determinados momentos, me asalta un desesperado antojo.
Pero para ser realmente sincero, la única y última ligazón que me ata, a la Argentina, es mi cuasi ciega pasión futbolera por el club de mis amores. Mi querido y grande Boca Juniors, del cual soy socio con apenas dos horas de vida, por obra y milagros de mi tío Jorge, hermano menor de mi mamá.
Es bien sabido que un hombre, podrá cambiar de país, de mujer, de partido político y hasta de religión, pero es casi imposible que reemplace a su club, luego de dedicarle cientos de lágrimas de alegría en sus triunfos y de tristeza en las derrotas.
Seguirlo a todos lados, sin pedirle nada a cambio, a no ser el ganarle a su rival de turno. El club con el que uno creció y palpitó cada segundo con el corazón en la garganta.
Tener la dicha de ganar campeonatos dentro y fuera del país, compensó con creces los desvelos y amarguras de interminables años de fracaso. Ser el mejor equipo de todos, es simplemente como caminar sobre las nubes. Es el sueño y el deseo que palpita con desesperación desde el fondo del corazón y ese sueño se me hizo realidad.
Con la maravilla de la tecnología actual, nunca sentí esos 1600 kilómetros que separan Ciudad del Este de Brandsen 805. Y hasta acá se extiende mi vínculo argentino, ya que después de la muerte de mis familiares más cercanos, sumados a la emigración del resto, todos por motivos económicos y saturados por la falta de un horizonte claro, cambiaron su futuro.
Así que cuando me tocó hacer las valijas, la carga más pesada ya la tenía asumida. Como dije antes, comprender que este era mi nuevo hogar, me llevó un largo proceso, pero al final del mismo, creo haber salido fortalecido, ya que he potenciado mi identidad, trepando hasta áreas del conocimiento a los que nunca pensé en acceder. No soy la misma persona que apareció tímidamente, cruzando a pie el Puente de la Amistad, en 1981.
Con una pesada carga de recuerdos a cuesta e ideas muy diferentes a las actuales. Mis metas fueron cambiando radicalmente, como así mis posturas contradictorias. Ya no tengo dudas de quien soy y a donde voy. A los que me preguntan, ¿qué nacionalidad tengo?, les respondo sin titubeos: soy argenguayo y ¿qué?
Sin querer ni proponerlo, con mis continuos viajes por casi todo el país, comencé a quererlo y luego intentar entender a su gente. Ahí comprendí muchas cosas, que antes no tenían sentido y fui armando mentalmente, un rompecabezas, hasta que, todo tuvo sentido. El tereré no era un vicio, sino una necesidad; ir de “yacaré”, un deporte peligroso; vender su voto, una estupidez auto justificable.
Y cientos de ejemplos por el estilo, que hace que la mayoría de los extranjeros no nos entiendan. Pero de ahí, a que nos desprecien, y traten con desdén, hay un largo trecho. Es lo que han hecho los periodistas de FOX SPORT, que tienen comentaristas argentinos, salvo raras excepciones, al menos es lo que se ve, en la señal que recibe Paraguay.
Relatos llenos de actitudes propias de una xenofobia encubierta, con un parcialismo realmente irritante. Un menosprecio tan evidente a nuestra selección, que inducía a recordar a todas las madres de aquellos pseudos periodistas.
Una total descalificación hacia las aptitudes futbolísticas de cada uno de los integrantes de la selección, así como sus posibilidades dentro de aquel prestigioso torneo sudamericano.
Ya dentro de los mismos encuentros, se podía notar el evidente parcialismo, al relatar cada una de las intervenciones en que había un paraguayo. Dejaban trasuntar el claro racismo porteño o del Gran Buenos Aires, dejando sin culpa y cargo a los demás argentinos que viven en el interior del país, ya que no tienen ni la arrogancia ni los aires de una falsa superioridad de la cual se ufanan los dos primeros de los nombrados.
Creemos firmemente no merecer ese tipo de trato tan injusto y despectivo ya que no solo se trata de una justa deportiva sino la brillante oportunidad de estrechar vínculos de amistad y camaradería, entre seres que tienen las mismas raíces y un pasado en común, teniendo en cuenta que las pautas del Mercosur son letra totalmente muerta.
Pero el trato humillante escuchado en cada uno de los relatos deportivos, no alienta ninguna esperanza de un próximo futuro con una América unida y hermanada. Una arrogancia que ni siquiera amainó cuando el seleccionado albiceleste abandona el torneo sin pena ni gloria. Y fue entonces que los comentaristas y relatores se volcaron masivamente a alentar solapadamente a todos los rivales albirrojos que nos tocó en suerte enfrentar.
Nadie pide algo extraordinario a no ser respeto y ecuanimidad en sus comentarios y apreciaciones y no la incitación de manera velada y subliminal hacia la violencia racista. Ya que justamente el racismo se nutre de la ignorancia de los pueblos y Argentina no es la excepción. Puede que algún idiota escuche el mensaje y sin pensarlo dos veces, ponga manos a la obra.
Es de esperar que este desagradable comentario, sea leído por quien toma las decisiones y solucione esto ahora, para que no vuelva a repetirse en los próximos torneos continentales, y les recuerde a estos supuestos periodistas que la imparcialidad es el primer postulado de la ética profesional. Como tampoco les vendría mal, un buen baño de humildad, a ninguno de ellos.
No por nada el turista argentino se ha ganado en el exterior, una indiscutible fama de fanfarrón, prepotente, agrandado y despreciativo; conocedor de todas las cosas que existen en el universo. Que solo mira a los demás, por encima de su hombre, como aquellos recordados patoteros, tan bien pincelados por don Jorge Luis Borges.
Campeón moral sin la más mínima discusión, en cuanto torneo internacional intervenga. Demasiadas fantasías sobre una grandeza que nunca tuvo, más que en su cabeza. Una nobleza que si alguna vez estuvo de su lado, ya la perdió. Pero que todo esto va en contra de aquellos argentinos que residen en el exterior y reciben, de rebote, aquella mala fama con que cuentan, los cuarenta y pico de millones de almas.
El “fair play“ también debe practicarse dentro de las cabinas de transmisión, con relatos objetivos, sin ninguna carga emocional personal, y mucho menos empequeñecer al rival, respetándolo, así como a los aficionados que lo alientan. Existe una vieja premisa que dice: “que serás recibido igualito a como me recibiste”. Por lo tanto es de esperarse que estas gentilezas sean devueltas tarde o temprano. Como una verdadera prueba de nuestra gran reciprocidad sudamericana.
Aunque es un comentario vertido hace 4 años, como paraguayo y patriota, le extiendo mis cordiales saludos y respeto. Admiro su actitud. Aunque repudio la soberbia propia de muchos porteños, aprecio a los argentinos. Y siempre que me toque tratarlos aquí en Paraguay les trataré bien. Saludos, estimado argenguayo. Y gracias.
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