Luego de lo tristes sucesos ocurridos en Curuguaty, toda la sociedad paraguaya se conmovió, hasta las mismas lágrimas, al revivir una y mil veces, las repeticiones de los distintos canales de televisión, las tocantes escenas de los cuerpos tendidos sobre la tierra roja de Canindeyú o bien siendo trasladados, en la caja de las camionetas policiales.
Esa, que
es una tierra de gente que realmente ama al trabajo, de gente emprendedora y
valiente, que ha venido de muy lejos, buscando nuevos horizontes; y que ahora,
por desgracia, esa misma tierra se encuentra teñida de la roja sangre de muchos
de nuestros compatriotas.
Parientes,
amigos, camaradas y hasta extraños, de los involucrados en aquella ridícula
masacre, se emocionaron con sentidos discursos de despedida. Emotivos lamentos
ante la pérdida de gente muy valiosa para la sociedad, que se han ido en una
estúpida lucha fratricida que nunca debió ocurrir, sin embargo nadie, en ningún
momento, la quiso evitar.
Desde
hacía mucho tiempo que las invasiones se habían intensificado. Pseudos
dirigentes campesinos comenzaron a ser protagonistas y manipuladores de la
opinión pública, haciéndole creer a la gente, que ellos eran los nuevos
profetas. Fuera que los reclamos
hayan sido justos o no, ya que la cuestión no pasa por ahí, sino que toda
invasión es ilegal cuando se procede por carriles que no son los adecuados.
La
justicia de ninguna manera se basa en meras presunciones sobre terrenos
supuestamente “mal habidos”. Las pruebas deben
ser irrefutables y contundentes. Sin embargo con las dulces promesas de los
pseudos dirigentes, de lograr el sueño de la tierra propia por medio de la
invasión, lograron movilizar a cientos de campesinos, aún aquellos que ya
contaban con sus propias tierras, pero que de ningún modo se negaban a tener
algunas hectáreas más.
Los
actuales tenedores de la tierra y los policías se mostraban realmente
impotentes para contener a las ingentes hordas de campesinos que viniendo de
San Pedro y Concepción, dos de los departamentos más olvidados del país,
asolaban todos los puntos, a su paso, dentro de la geografía paraguaya.
Pero los
tristemente autodenominados “carperos”, no son de elegir cualquier terreno,
sino todos aquellos donde ya estaba bien probada tanto su rentabilidad como su
precio de reventa. Ninguno de estas pandillas de delincuentes, que
disfrazándose de inocentes campesinos; ellos usaban a sus propios hijos como
escudos humanos, ante cualquier posible ataque policial-militar que se
emprendiera.
Los
“carperos” tienen una característica principal que los distingue de otros
grupos de invasores de tierras. Siempre ocupaban fincas muy bien ubicadas, en
lugares estratégicos, muy cerca de las rutas nacionales o bien que tuvieran, al
menos, un fácil acceso. Nunca asaltaban tierras en el Chaco, por ejemplo, ya
que al menos allí, ellos harían patria.
En todas
las ocupaciones, hechas por esta gente, siempre había elementos infiltrados del
auto denominado Ejército del Pueblo Paraguayo, más conocido por sus iniciales EPP, un grupo sin ideología
conocida, que despotrica contra el salvaje capitalismo norteamericano, pero que
adora sobremanera a sus dólares.
Que dice que
ama a los desposeídos, pero que jamás hizo algo por ellos, a no ser darles un
par de vacas flacas, pero siempre en base una vil extorsión a sus secuestrados.
Desde que
asumió Fernando Lugo su gestión, siempre las fuerzas de seguridad estuvieron
con las manos atadas y los jueces y fiscales amordazados.
Nuestro famoso
Servicio de Inteligencia muchas veces fue boicoteado desde las más altas
esferas, especialmente del llamado Primer Anillo.
Las muy
buenas intenciones de darles a todos aquellos campesinos que no tuvieran tierras,
para trabajarlas, quedó totalmente diluido, cuando destacados dirigentes de la
izquierda como “Pakova” Ledesma, el pseudo liberal, que es el gobernador del
departamento de San Pedro y el senador Sixto Pereira, quienes desde sus
encumbrados puestos instigaban la ocupación indiscriminada de tierras, sea
quien fuera sus dueños.
Con todos
los medios a su alcance, la gente del Ejecutivo y Primer Anillo se encargaron
de incentivar la lucha de clases, la estúpida xenofobia, y hasta a odiar a sus
propios compatriotas, solo por haber cometido el pecado de trabajar de sol a
sol, mientras que otros solo tomaban tereré o caña, al tiempo que juntaban algo
de valor, solo para comenzar sus labores.
Con un
plan maquiavélicamente pensado, en donde nada quedaba al azar, copiado
exactamente de lo hecho por el “bolivariano” Hugo Chávez, que tanto
satisfacciones le dio; fue descabezando a la fuerza policial, dejando fuera a
excelentes elementos, pero que disentían con la política errática del Poder
Ejecutivo.
Este
mismo, desde el comienzo llegó a colocar al frente de la institución policial,
a los elementos adictos a su política partidaria pero que resultaron realmente
mediocres e ineficientes cuando tuvieron que realizar el trabajo y el resultado
final de todo lo hecho por ellos, está ahora a la vista.
El
Servicio de Inteligencia de la
Policía advirtió del
inminente peligro que se corría si es que se realizaba una intervención, en los
terrenos de Curuguaty. Pero aquellos, en ningún momento fueron escuchados, es
más, hasta desecharon sus consejos por creerlos demasiado exagerados.
El señor
Fernando Lugo hizo muchas cosas mal y nunca asumió sus yerros. Siempre en los
momentos cruciales de la Nación ,
huía de sus responsabilidades, con la excusa de asistir a cualquier foro en el
exterior. Es llamativo que no se haya pronunciado inmediatamente luego de la
masacre, como lo haría cualquier mandatario en sus zapatos.
Solo
cuatro días después se dirigió al pueblo con un discurso insulso, que en vez de
calmar los ánimos, hizo exactamente todo lo contrario. Todo lo ocurrido es
exclusivamente su culpa, sea valiente y admítalo, que es de hombre aceptar los
errores, tanto como engendrar hijos y reconocer su paternidad.
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