martes, 28 de mayo de 2013

PASIONES ENVUELVEN AL JUICIO POLÍTICO

Desde hacía varios meses atrás que estábamos ya viviendo en un clima exageradamente enrarecido. Demasiadas tensiones provocadas por la inacción en muchos temas puntuales, creaban una irritación que de a poco iban deteriorando el buen humor, a la mayoría de la población. Sin embargo, todo comenzaría ante sus dos primeros hitos. Los famosos primeros cien días de gobierno y durante el primer año de la gestión.


Y en ambos, se pudo observar que no existía ningún plan a seguir, ninguna hoja de ruta que le indicara el camino a tomar. Lo que si se pudo apreciar, en aquel momento, es que su forma de implementar, sus pretendidos cambios, ante importantes urgencias eran lo tibio de sus decisiones y lo errático y contradictorio de sus declaraciones para con la prensa. Aquella primera medida tomada al suspender al Rally del Chaco en el 2008 para luego dar marcha atrás en el asunto.

Prometió muchos cambios, de los cuales solo produjo algunos tristes parches, pero nunca acertó con ninguna solución de fondo. En ningún momento tomó las riendas del país ni atacó de llenos los múltiples males que acosan a nuestro país. Solo se limitó a permanecer en el cargo, dilatando siempre las respuestas y eludiendo en todo momento su responsabilidad directa en sus errores y la de sus mediocres subordinados.

Como todos los que despotrican contra el poder, estando en el llano, pero cuando acceden a este, terminan al final, deslumbrados con su brillo. Se rodeo de una corte de aduladores, chismosos y “cepilleros” que le hicieron perder de vista el verdadero panorama. Los mismos que se reían de sus malos chistes, que ocultaban el paradero de todos sus hijos no reconocidos, y que le insinuaban que fuera a dar una vuelta por el mundo, mientras la cosa se enfriaba.

Según algunos aficionados a las matemáticas, nuestro señor ex presidente, en estos cuatro años, tendría casi la mitad de su gestión fuera del país y con una cantidad de kilómetros recorridos que superarían seis veces la vuelta al mundo. La ausencia del presidente en el país, en los momentos más críticos, siempre fue un motivo de irritación. Tanto como su silencio ante situaciones que debían ser aclaradas.

Nunca transmitió paz y seguridad al pueblo. Al contrario, sus mensajes tenían el mismo tenor que cuando predicaba en San Pedro. Él nunca reemplazó su piel de sacerdote por la de presidente de la Nación. Siempre eludió sus responsabilidades y eso se evidencio cuando en los momentos difíciles, le endosaba los problemas a su vicepresidente.

Su gestión fue una interminable sucesión de errores, rodeándose no siempre de la gente idónea o bien con sobradas sospechas que entre sus amistades o conocidos, existían guerrilleros.

Su conexión con el EPP fue desmentida siempre, pero sin mucha convicción. La dilatación en la solución del problema campesino fue realmente su perdición. Las reiteradas invasiones a propiedades privadas fue la piedra del escándalo. Hasta las fuerzas del orden, muchas veces eran contenidas con el fin de no dar cumplimiento a desalojo.

Curuguaty fue una verdadera masacre, que muy bien se pudo haber impedido, sin embargo nada se hizo para evitarlo. Diecisiete paraguayos murieron por nada.  Pero la gota que derramó el vaso fue el insípido y ridículo mensaje presidencial, pronunciado cuatro días después del aquel desgraciado y luctuoso suceso y que provocó la ira de todos los sectores casi sin excepción.

Estos han sido los antecedentes inmediatos que provocaron convocar a un juicio político. Ahora tiempo después de transcurrido aquel hecho histórico, ya sin tanto apasionamiento y con la temperatura corporal adecuada, se puede decir que mucha gente se ha olvidado de todas las señales percibidas en aquella época y desoídas por los funcionarios.

Techos de escuelas caídos en varios puntos del territorio nacional, por falta de mantenimiento así como desaparición de la merienda escolar en lugares alejados de Asunción. Total falta de suministros en todos los hospitales nacionales, llegando a morir mucha gente en los pasillos por este mismo motivo y por la deserción del personal médico ante los bajos salarios, no siempre cobrados en el momento pactado.

El aumento del problema indígena, al huir masivamente del hambre y la miseria de su lugar de origen, y por consiguiente transfiriendo un problema netamente nacional a las distintas municipalidades y gobernaciones. Ese desentendimiento provocó que los indígenas se volcaran masivamente a la mendicidad, la prostitución de sus mujeres, la adicción a las drogas de infantes y criaturas o bien al asalto desvergonzado a punta de arma blanca. 

El crecimiento desmedido de la inseguridad pública puso en jaque a toda la población del país, uniéndose con el alto nivel de corrupción en las filas policiales, no sabiendo a veces quien te asaltaba y quien te defendía. Las invasiones a la propiedad privada por parte de grupos autodenominados “carperos” “sin techos”, “sin tierras” o simplemente “sin vergüenzas”.

Las principales promesas hechas durante la campaña proselitista allá por el 2008, no fueron jamás cumplidas. Y esto generó, al poco tiempo, la primera ola de frustración entre los que soñaban tener una mejor calidad de vida. Los niños y los indígenas siguieron estando desamparados, los campesinos que tanto necesitaban tierras propias, se quedaron con las manos vacías, hablando de los verdaderos trabajadores de la tierra.


El nivel de corrupción, tan criticado por los referentes del socialismo paraguayo, en las gestiones anteriores, no solo no disminuyó sino que se incrementó en todos los estamentos del gobierno, tanto como los deleznables hechos de nepotismo que se volvieron a reiterar  en infinitas oportunidades. La gestión de muchos altos funcionarios no ostentó toda la transparencia que la situación merecía.

Según la fórmula tradicional de un golpe de Estado estos no se dieron antes, durante ni después del traspaso del mando. Las tropas no salieron a la calle, no hubo desabastecimiento de víveres ni cierre de comercios ante posibles asaltos. No se interrumpió la programación normal de ninguna radio ni canal de televisión tanto oficial como privado. Tampoco hubo censura en momento alguno. Solo la paz reino en el país.


No existió cierre de fronteras ni la gente salió masivamente a las calles a pedir por la vuelta de Lugo. Salvo un muy pequeño grupo no representativo de la sociedad pero con intereses mezquinos. No existió feriado cambiario ni fuga de capitales. No se prohibió a los partidos políticos ni postergaron indefinidamente las elecciones. Solo hubo una sucesión en la “chapa”. Durante toda su pálida gestión solo sembró vientos y era lógico que al final cosechara nada más que tempestades.  

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