Es asustador ver la proliferación de los nuevos movimientos religiosos, encuadrados dentro de las sectas pentecostales. Lo peligroso es, la cantidad de falsos pastores, que jugando con los sentimientos de los fieles, captan un buen número de seguidores. Sobre estos ejercen un poder casi hipnótico, del cual sacan ventajas tanto económicas como espirituales. Lo preocupante es que sus falsas prédicas pueden producir graves trastornos psicológicos.
Todo se inicia cuando una persona, con cierto carisma personal, ve en la religión, un negocio tan bueno como cualquier otro. Con el aditivo que todo lo que se gana, no se tiene que declarar. Se goza de cierta inmunidad y a veces también, de impunidad. El título de pastor, en ciertos círculos, da mucho prestigio y status.
Con un poco de buena oratoria y un curso bíblico rápido, se puede tener el sustento técnico en donde apoyarse. Con memorizar 30 versículos del Antiguo Testamento, con otro tanto de los Evangelios y sabiéndolos “encajar” en el momento y la frase justa, se tendrá a un nuevo “iluminado”. Lo siguiente, será buscar un nombre apropiado para un nuevo movimiento “seudo” religioso.
Una vez conseguido, vendrá la parte legal que la constituye la Personería Jurídica, que le otorga el soporte y le permite manejar cifras enormes, sin pagar nada al fisco. El famoso tema del “diezmo”, así como las donaciones hechas de “corazón”, son dos de los principales recursos con que estas sectas cuentan. Seguramente luego se procederá al lavado del mismo, orientándolo hacia los paraísos fiscales.
