El Puente de la Amistad fue inaugurado oficialmente el 27 de marzo de 1965, por los presidentes Castelo Branco, del Brasil y Alfredo Stroessner de Paraguay.
Sin embargo 3 años antes, ya había sido habilitado para el tránsito pedestre, por lo que de una manera u otra ya cuenta con algo más de 40 años y ha llegado a su vida útil, urgiendo la construcción de una segunda pasarela internacional sobre el caudaloso Paraná.
Durante ese tiempo, las dos ciudades situadas en ambas cabeceras (Foz de Yguazú y Ciudad del Este) crecieron desmesuradamente en todo sentido, siendo la capital del Alto Paraná la más beneficiada de las dos. Se incrementaron en la región, las redes viales, el parque automotor y el sector de transporte de pasajeros y de mercaderías.
En dicho tiempo, Paraguay quintuplicó la superficie sembrada, sólo en este departamento, así como la producción de granos. Por simple deducción matemática, el flujo de movimiento sobre esta pasarela internacional comenzó a colapsarse. Hoy en día, las largas filas hacen exasperante su traspaso. Por momentos, la vibración que se percibe ante tantos vehículos de gran porte, que infunde cierto miedo su tránsito.
Fue aproximadamente en el año 1990, cuando a iniciativa de la Cámara de Importadores y Comerciantes del Alto Paraná (Cicap), que nació la idea de un segundo puente, para descongestionar al único paso que comunica con Foz de Iguazú.
Durante ese tiempo, las dos ciudades situadas en ambas cabeceras (Foz de Yguazú y Ciudad del Este) crecieron desmesuradamente en todo sentido, siendo la capital del Alto Paraná la más beneficiada de las dos. Se incrementaron en la región, las redes viales, el parque automotor y el sector de transporte de pasajeros y de mercaderías.
En dicho tiempo, Paraguay quintuplicó la superficie sembrada, sólo en este departamento, así como la producción de granos. Por simple deducción matemática, el flujo de movimiento sobre esta pasarela internacional comenzó a colapsarse. Hoy en día, las largas filas hacen exasperante su traspaso. Por momentos, la vibración que se percibe ante tantos vehículos de gran porte, que infunde cierto miedo su tránsito.
Fue aproximadamente en el año 1990, cuando a iniciativa de la Cámara de Importadores y Comerciantes del Alto Paraná (Cicap), que nació la idea de un segundo puente, para descongestionar al único paso que comunica con Foz de Iguazú.
Desde esa fecha hasta la actualidad, han pasado 17 años, en donde nuestros “hermanos” brasileros fueron los que siempre han dudado de su ejecución y para decir con más precisión, los que siempre evitaron la concreción de la obra, porque van contra intereses de poderosos empresarios de esa nación vecina.
Las dilaciones fueron de todo tipo, forma y género para con este ambicioso emprendimiento. La buena predisposición del pueblo esteño y franqueño se hicieron obvios, así como la pronta colaboración del Congreso paraguayo, que ya ha aprobado su ejecución. Sin embargo del otro lado, parece que no existiera ningún tipo de apuro.
Es de pensar que 17 años es mucho tiempo para estudiar un proyecto tan beneficioso, generador de una fuente genuina de trabajo, para ambos pueblos. Se crearían nuevos polos de desarrollo que impulsarían hasta límites insospechados las alicaídas economías regionales. Importantes sectores empresariales de esta zona fronteriza sostienen que la única salida para lograr la anhelada reconversión comercial pasa por la construcción de una segunda pasarela internacional sobre el río Paraná.
Pero parecería que a Brasil no le interesa de ninguna manera tener un segundo puente en esta frontera. Los 17 años de idas y venidas lo demuestran muy claramente. Sus motivos lo tienen, que es de factor netamente crematístico. Pero su forma demasiado diplomática de ser, se lo impide decir claramente. Su pensamiento es claro y contundente. El otro argumento que esgrime el gobierno brasileño, es que como en un puente las autoridades paraguayas no pueden combatir la ilegalidad, llámese contrabando, tráfico, piratería y otros, cómo sobre dos pasarelas lo harán.
Eso explicaría en parte la demora en la no concreción de dicho proyecto. Se tendría entonces que replantearolar dos puentes.
Es de pensar que 17 años es mucho tiempo para estudiar un proyecto tan beneficioso, generador de una fuente genuina de trabajo, para ambos pueblos. Se crearían nuevos polos de desarrollo que impulsarían hasta límites insospechados las alicaídas economías regionales. Importantes sectores empresariales de esta zona fronteriza sostienen que la única salida para lograr la anhelada reconversión comercial pasa por la construcción de una segunda pasarela internacional sobre el río Paraná.
Pero parecería que a Brasil no le interesa de ninguna manera tener un segundo puente en esta frontera. Los 17 años de idas y venidas lo demuestran muy claramente. Sus motivos lo tienen, que es de factor netamente crematístico. Pero su forma demasiado diplomática de ser, se lo impide decir claramente. Su pensamiento es claro y contundente. El otro argumento que esgrime el gobierno brasileño, es que como en un puente las autoridades paraguayas no pueden combatir la ilegalidad, llámese contrabando, tráfico, piratería y otros, cómo sobre dos pasarelas lo harán.
Eso explicaría en parte la demora en la no concreción de dicho proyecto. Se tendría entonces que replantearolar dos puentes.
alsificadas, y de otros menestereso el contrabando, la pirater muchas cosas que antes no se habría tenido muy en cuenta, pero que a la hora de la verdad sí llega a pesar. Las indecisiones locales fueron resueltas tras muchas controversias. Los memoriosos recordarán aquellas terribles peleas entre Wasmosy y el ex general Lino Oviedo, por el proyecto de construcción del segundo puente, y que derivó en el intento de golpe.
Construirlo sería la prioridad número uno, por lo que se constituiría en uno de los hechos más positivos que pueda darse en toda la próxima década. Los alcances de tal obra son infinitos y nuestra gente tendría el oxígeno suficiente como para esperar que las cosas sigan mejorando. En caso de no construirlo, tendríamos un Puente de la Amistad con 40 años a sus espaldas y uno de fantasía, que podría denominarse el Puente de la Discordia.
Construirlo sería la prioridad número uno, por lo que se constituiría en uno de los hechos más positivos que pueda darse en toda la próxima década. Los alcances de tal obra son infinitos y nuestra gente tendría el oxígeno suficiente como para esperar que las cosas sigan mejorando. En caso de no construirlo, tendríamos un Puente de la Amistad con 40 años a sus espaldas y uno de fantasía, que podría denominarse el Puente de la Discordia.
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