Antiguamente cuando se hablaba del oro verde paraguayo se pensaba inmediatamente en la famosa yerba mate (o Ilex paraguayensis o Ilex paraguariensis) con la que se prepara una muy reconfortante infusión, sin embargo las cosas han cambiado un poco y ahora ese pomposo título ha quedado reservado hacia otro tipo de planta, que su consumo produce una espantosa adicción y es el paso obligado hacia drogas mucho más duras.
La producción de la Cannabis sativa, más conocida vulgarmente con el nombre de marihuana, es en Paraguay, un problema mucho más grave de lo que se cree y los números que se manejan no son verdaderamente los reales. Existe, desde México hasta Tierra del Fuego, un supuesto combate a la marihuana, al menos como “marketing”, pero en realidad, lo único que se ha logrado, hasta ahora, fue justificar una impresionante cantidad de gastos y que algunos oscuros funcionarios gubernamentales siguieran empotrados, en ciertos puestos claves, para seguir protegiendo a este cultivo.
Quienes más se han beneficiado con los tibios intentos por contener el constante aumento de hectáreas sembradas, son todos los grandes intermediarios inmiscuidos en este sucio negocio.
Desde el insignificante proveedor de la semilla, hasta el más encumbrado de los parlamentarios, que sin su verdadera protección, las plantaciones y toda la compleja cadena de distribución, de ninguna manera serían posibles.
Los operativos que se realizan son mucho más cinematográficos que efectivos, sin embargo la gran publicidad desparramada por todos los medios masivos de comunicación nacionales, deja a todo el mundo muy contento.
En realidad no hay mucho dinero que venga del exterior, al menos, para combatir a este flagelo, ya que la marihuana, en Paraguay, no figura como una prioridad de este o cualquier otro gobierno que hayamos nosotros tenido.
Esa subestimación hacia esta creciente actividad delictiva ha permitido que ella creciera hasta dimensiones impensadas, escapándose de todo control posible.
Esta calamidad social ha nacido como consecuencia de la desprotección que el campesino paraguayo ha sufrido a través de toda su historia. Nunca se lo ayudó a estructurar una línea de distribución donde no hubiera terceros codiciosos. Nunca se propició desde el Estado, una política de desarrollo rural, o una mínima infraestructura para hacerle las cosas más sencillas.
En ningún momento se le brindó una verdadera capacitación técnica, para que estos obtuvieran su auto-abastecimiento. Es más, siempre fueron totalmente ignorados, a pesar de ser ellos quienes ponían los alimentos frescos, en las mesas de los habitantes urbanos, esos mismos que tanto gustan burlarse por la sencillez de costumbres y tener un ritmo muy distinto de vida. Solo se lo buscaba al campesino en épocas de votación, porque su elección era determinante.
Actualmente se sufre el angustiante empobrecimiento del pequeño productor, que nunca aceptó “cooperativizarse”, por lo que la necesidad, la desesperación y la miseria lo llevaron directo hacia las garras mismas de la mafia de la marihuana paraguaya. O sea que los mismos que los acusan de invadir propiedades privadas son los mismos que los han empujado a meterse en la mismísimas boca del lobo.
Según las Naciones Unidas, Paraguay es el segundo productor mundial con 6 mil toneladas al año, siguiéndole muy de cerca a México con 7 mil toneladas y media, habiendo desplazado al tercer lugar a Colombia.
Todos estos datos son relativos, ya que nunca se han hecho mediciones precisas. Siempre se tiran cifras al aire que son incomprobables. Como que la marihuana se cultiva dos veces por año, y rinde 3 toneladas por hectárea; que en Paraguay existen 30.000 hectáreas plantadas.
Habiéndose iniciado los primeros cultivos con fines comerciales en el departamento de San Pedro, fue expandiéndose luego por Canindeyú, Amambay y Concepción. Para su cuidado, se establecieron muchos asentamientos campesinos, aprovechando su desamparo estatal. Fueron armados hasta los dientes. Muy bien entrenados, con sofisticados equipos de comunicación que hasta la misma policía llegaba a envidiar. Se movilizan en camionetas 4 x 4 nuevas, sin mucha dificultad, nunca son detenidos por ninguna barrera policial.
Entre estos asentamientos se han infiltrados los famosos guerrilleros del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) que es un supuesto grupo guerrillero auto declarado marxista-leninista. Sin embargo ellos hasta ahora solo han usado al campesinado como un escudo y sus ramificaciones llegarían supuestamente hasta las más altas esferas del gobierno.
De ahí su impunidad dada la cobertura suficiente. Hasta ahora no han hecho nada concreto por los labriegos, solo sembrar el pánico entre los únicos que se animan a invertir en el país.
La conexión EPP-Marihuana-FARC es muy clara y prácticamente es un calco. Sembrar el miedo solo ha servido para que toda la población, incluso los mismos campesinos los rechacen. Nadie quiere la violencia de Colombia como tampoco ser el segundo exportador y productor mundial de la hierba maldita. Lugo que se acerca a casi la mitad de su mandato y que se declaraba el abanderado de los campesinos, hasta ahora solo se ha burlado de ellos descaradamente, al usarlos con fines electoralistas.
Mientras tanto los mismos traficantes cuentan que de diez cargamentos, dos caen y ocho llegan. De esos dos, algo siempre se pierden por el camino, como parte de ciertos favores recibidos, como la supuesta protección que las fuerzas del orden le dan al brillante negocio. En Colombia, se está erradicando los cultivos de marihuana con fumigaciones intensivas de glifosato, justamente el mismo agro-tóxico que en Paraguay se usa para la soja.
En Colombia 16 de los 23 departamentos están tomados por los traficantes disfrazados de guerrilleros. En Paraguay solo 4 departamentos y eso es poco para la avidez de un comercio que crece a pasos agigantados. Brasil no abastece por lo que, los traficantes piensan incrementar su comercio. De 2 a 2,5 dólares por kilo cosechado y de óptima calidad, es una cifra demasiado tentadora para aquellas comunidades aisladas y muy miserablemente pobres.
No existe ningún producto hortigranjero que pueda llegar a equipararse. Por lo tanto ya se tiene otro problema social en puerta. Extirpar de raíz la marihuana y mejorar la calidad de vida de cientos de compatriotas, que se encuentran muy por debajo de la línea de pobreza. Estamos aún a tiempo de cortar todo el circuito, solo depende de los funcionarios que le otorguen el rótulo de máxima prioridad, pasando a segundo plano las continuas rencillas políticas de conventillo.
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