Para aquellos que tengan la mente podrida y hayan pensado que el título sugería algo más morboso, se han equivocado plenamente de cabo a rabo. Lo que intento hacer, es exponerle mi modesto parecer sobre la verdadera dimensión que debería tener el aparato estatal.
La polémica generada por el verdadero tamaño que requiere
un estado, para ser ágil y eficiente, es tan viejo como la historia misma de la
civilización del hombre. Si bien, el término Estado tiene un significado
bastante amplio, en esta ocasión, únicamente me referiré al sector operativo.
El debate generalmente llevado por la izquierda echa pestes sobre las privatizaciones y la derecha hace lo mismo con las estatizaciones. Sin embargo ambos extremos se olvidan que tienen un enemigo en común llamado gigantismo estatal y que es peligrosísimo si no se toman las medidas del caso.
En nuestro
país, como en la mayoría de las naciones del Tercer Mundo, tenemos un Estado
con cada vez más grande y completamente saturado de funcionarios públicos, con
una infinita cantidad de organismos
estatales atomizados, y por supuesto ineficientes, prestando servicios de
pésima calidad.
También es
muy fácil que se confundan la política de un gobierno, el de una persona o
algún partido político, con lo que debería ser la verdadera función del Estado.
Un poderoso
motivo para que en Paraguay no haya privatizaciones masivas, es que la gran
cantidad de funcionarios, constituyen un mercado cautivo, que garantiza,
presiones mediante, muchos votos seguros, durante las elecciones. Eso sucedió
durante 60 años con los colorados en el poder. Y ahora los liberales, le están
tomándole el gusto a esto.
Muchos se
olvidan que la verdadera función del Estado es darle seguridad, salud y
educación a toda la población, sin ningún tipo de discriminación, tanto a
naturales como extranjeros y por supuesto fiscalizar que esto se cumpla.
El
Estado no puede ni debe asumir las funciones de empresario, ya que para esto se
encuentra la actividad privada. Su deber es evitar que se creen usurarios
monopolios, tanto estatales como privados y posibilitar la ampliación de las
opciones, para el usuario común.
En
Paraguay todavía se piensa que el tamaño estatal es un tema que tiene que ver
con la ideología, cuando esta cuestión solo pasa por la honestidad. En este
país siempre se robaron todo, hasta la comida del gato. Si los funcionarios no
son honestos y el Estado no los castiga, solo los están premiando con la
impunidad. Esto también es una forma de comprobar que sus poderes no funcionan.
Estando
en un verdadero estado de derecho, todos deberíamos estar sometidos a los
límites que imponen las leyes, inclusive los
funcionarios de mayor jerarquía, cosa
que en nuestro país, no se da.
Porque pareciera que aquellos fueran ciudadanos
de primera y el resto de la población, integramos la mayoritaria masa de los
habitantes de segunda y tercera categoría. Nosotros debemos cumplir todo a
rajatabla mientras que ellos pueden obviarlas cuantas veces quieran.
Es
por eso que deben existir limitaciones constitucionales y legales para
contrarrestar al abuso del poder de las instituciones
o de los funcionarios más altos del escalafón. Una vez identificado hasta donde llega el límite de cada
uno de los poderes, entonces es posible intentar generar una función eficiente.
Sin
embargo existe un ingrediente más no contemplado. Cuando un país no puede o no
tiene la capacidad de crear fuentes de trabajo genuino y satura de funcionarios
todos los organismos estatales, en todos los niveles, llámese municipal,
gubernamental, estatal y empresas del Estado; colocando a muchos de ellos, en
funciones no muy bien especificadas; ese país jamás podrá despegar del
subdesarrollo en el cual se encuentra sumergido.
¿Por qué
sucederá esto?, muy simple. La enorme carga burocrática será excesiva para
sostener el peso tributario. Por lo que se deberán crear nuevos impuestos, pero
no para la compra de bienes de capital o inversiones en infraestructura.
Nada
de eso. Los tributos solo servirán para pagar sueldos y cargas sociales a una
gran masa de empleados públicos que se identifican por ser incapaces
técnicamente, desconocer las tecnologías, su total desinterés por lo que hacen
y su total falta de vocación de servicio.
Por
lo tanto, los pocos que no evadan sus impuestos, deberán cargar con el peso
muerto que representa la burocracia estatal. Este tipo de "beneficencia
asistencial" es realmente injusto y bastante peligroso. Sacando raras
excepciones, el Estado es ineficiente, y esto se nota con ANDE, COPACO,
PETROPAR y demás joyas de la corona.
Los de
izquierda dicen que privatizar es vender la soberanía y los neoliberales se quejan que los servicios
públicos siempre dan pérdidas. Lo cual no siempre esto es verdad, porque
siempre existe algo de elasticidad. Cada caso es un caso. La privatización no
es mala si el Estado tiene un ente fiscalizador que haga que la empresa
concesionaria, cumpla lo pactado. El problema surge en el momento que el Estado
no hace cumplir las leyes y encima se deja coimear.
Otro ejemplo
claro sería el servicio de transporte público de pasajeros. El cual es privado.
Sus colectivos son viejos, sucios, no cumplen ningún tipo de horario y el
servicio es caro por lo que le dan a cambio al pasajero. Se imaginan entonces
lo que sería este servicio si fuera estatal. Sería la misma porquería de ahora
o tal vez mucho peor.
Cuanto más
grande sea el Estado, más ineficiente e
inmanejable será. Si este mismo fuera capaz de generar mano de obra legítima,
entonces tendría la posibilidad de ir desprendiéndose de a poco de aquellos
elementos innecesarios, que teóricamente serían ocupados por la actividad
privada, independientemente sea este un Estado privatizador o estatizante.
Por eso
considero que el tamaño del Estado es muy importante, ya que la diferencia
invertida en sueldos, con gente no productiva, será destinada a otros
menesteres más positivos. Poca gente, pero técnicamente preparada, puede lograr
verdaderos milagros. Otros lo hicieron, ¿Por qué nosotros no?
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