sábado, 6 de agosto de 2011

“Los fariseos atacan de nuevo”

A partir de aquí, editaré todos los editoriales escritos por mí, gracias a la confianza otorgada por su director, Juan Pío Balbuena, en el Semanario Primera Plana de Ciudad del Este, entre el 15-03-2007 y  el 07-05-2009.

Este título sugestivo se refiere a la penosa imagen que proyectan las distintas religiones y sectas, en el país y en el mundo. A través de la historia, la religión y el mercantilismo han seguido caminos paralelos, pero por desgracia hoy, contradiciendo las leyes de la geometría, las paralelas al fin se cortan. Pareciera que fuera una competencia entre las distintas denominaciones, para ver quien recauda más.


Si existen dudas, las iglesias o los templos están en lugares  estratégicos de cada ciudad (a veces cedidos por el propio estado). Sus construcciones valen millones de guaraníes y son muy ostentosas, pero salen del bolsillo del pobre creyente. Un fiel devoto no vale por su espíritu, sino por el  dinero que aporta con su diezmo. A todas las une el concepto de “barril sin fondo”, porque siempre hace falta reparar un techo, comprar insumos, una imagen a restaurar, bancos desvencijados, etc. 

Manejan capitales, que la gente común no tiene acceso y es por eso que no se justifican las polladas, las quermeses y los asados a la estaca que se realizan  a fin de recaudar fondos para levantar tal o cual capilla. Nada es gratis cuando se pisa una iglesia o templo, un bautismo, un casamiento, un entierro, todo tiene costo. Pero es en los casamientos donde se gráfica mejor esta realidad. Si es el primero o último del día, con flores o sin flores, con alfombra, con coro o equipo de música. Pareciera como un taxi, cuya tarifa está corriendo más veloz que el vehículo. 

La gente concurre para hacer acto de presencia, luciendo sus galas, no en función de respeto, sino en ton de ostentación. Una duda del devoto, jamás es contestada por los sacerdotes, porque eso es dogma, y el dogma no se discute, aunque fuese irracional, a lo sumo se hace con evasivas, por lo que la persona sale tan confundida como entró.

Dinero y más dinero es lo que preocupa a los responsables de cuidar nuestra fe. 

Los fondos recaudados no son reinvertidos en el país,  una buena parte engrosa las arcas que están lejos de nuestros confines, llámese Río de Janeiro, Nueva York, Salt Lake City o la  sede que centralice la administración económica de los diferentes cultos.

El lema que los une es que cuanta más plata se da, más cerca del cielo se llega, olvidando que esto (la dignidad) se logra con un comportamiento merecido y respetuoso acá, en la tierra. Esas divisas que salen del país, y que se pierden de vista en algún paraíso fiscal, bien vendrían para crear puestos sanitarios en donde no los hay, o para desterrar las escuelas “mango vy”, o para comprar ambulancias, o centros de alfabetización para adultos o asilos de ancianos y otras tantas necesidades del pueblo.

Pareciera que se perdió por completo la esencia filosófica del cristianismo que basaba todos sus conceptos en la espiritualidad en desmedro de los bienes materiales, y que fueron pregonados con ejemplos desde su nacimiento. Esos valores ya perdidos dan pie a la creación de nuevas pero nefastas opciones.  

Pero esencialmente la proliferación de sectas cristianas son consecuencia que, las tradicionales, se han alejado de las necesidades espirituales de la  gente y no llenan las expectativas, no responden a sus carencias y ocultan o niegan los hechos cotidianos, barriendo la basura y depositándola luego bajo la alfombra. No se actualizan en temas urticantes que afecta a la sociedad en su conjunto.

Entonces se busca en otro lado las respuestas, y es aquí donde nuevamente el devoto es engañado, ya que en este caso el remedio es peor que la enfermedad. Se aprovechan de la desesperación para lograr sus fines. Estar alerta ante quienes les interesen más en su patrimonio que ayudarlo  a salir del pozo. Es la única consigna válida que se debe tener en cuenta ante la embestida de estos fariseos que atacan de nuevo.    

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