Aunque parezca mentira, siempre la Historia tiende a repetirse, y no como una excepción. Ha pasado decenas de veces y no es mi intención retroceder hasta la Prehistoria e ir contando cada uno de los hechos que se repitieron. Pero para muestra basta un botón. Tenemos por ejemplo a los franceses que invadieron a Rusia, en el siglo XIX.
Y salieron tan mal
parados, de aquella incursión, que prácticamente solo el 15% de la tropa
retorno, y no todos en buenas condiciones.
Durante la Segunda Guerra
Mundial, los alemanes, olvidándose de aquello que les ocurrió a las tropas
napoleónicas, volvieron a cometer el mismo craso error. Demás esta decir que
ese fue el comienzo del fin.
Otro hecho que también
se repitió; fue durante el comienzo del siglo XX, cuando Alemania inicia una
carrera armamentista y debido a sus sueños de dominar toda Europa. Un hecho
periférico fue tomado como excusa para que se desatara la Primera Guerra
Mundial, el atentado de Sarajevo, donde falleció el Archiduque Francisco
Fernando y su esposa.
Alemania invadió a sus
vecinos, en una primera etapa, hasta que comenzó su declinación y ocaso. Las
condiciones, tras su derrota fueron casi humillantes, pero sin mascullar toda
su rabia por dentro. Solo tardó casi 20 años para volver a equiparse con lo
mejor de la tecnología de su época y volver a desafiar a los vecinos.
Invadió todo lo que
pudo, hasta que se formó una alianza estratégica, quien tomó las riendas del
asunto. Poco a poco fueron golpeando en sus flancos más débiles, hasta hacerla
caer de rodilla, al tomar Berlín a mitad del año 1945. Alemania por dos veces
seguidas había caído en el mismo grosero error.
Pareciera que la gente
no puede aprender de sus propios errores y tiene indefectiblemente que tropezar
dos veces con la misma piedra. Y ni así aprende la lección. Y ahora estamos a
punto de repetir otra vez la misma
historia. Resulta que entre las décadas de los 70 a los 90, predominó en
nuestra Sudamérica los gobiernos de extrema derecha, totalitarios y fascistas.
Se enrolaron en una
política económica mal llamada neoliberal, ya que de liberal no tenía
absolutamente nada. Seguían a la escuela de Milton Friedman, quien a la postre,
fue el mentor del endeudamiento criminal en que sumió a nuestra región. Y que
muchos ministros de economía lo siguieron al pie de la letra. Como los
tristemente célebres José Martinez de Hoz de Argentina o Hernán Büchi de Chile.
Pero lo que
conceptualmente ha quedado grabado a fuego, es que todos estos gobiernos, se
involucraron en una lucha sucia y sin cuartel contra la izquierda a la que
combatieron hasta exterminarla. Pinochet, Videla, Stroessner, o los militares
brasileros o uruguayos quienes sentaron sus reales, en nuestro continente, en
base a la represión y al terror que sus nombres inspiraban.
Ninguno de los regímenes militares respetó los derechos humanos
y siempre utilizó la fuerza y la opresión para silenciar a los disidentes y
opositores políticos. Teniendo muchas veces pruebas concretas, en sus manos,
prefirió moverse entre las sombras y castigar a sus víctimas, fuera de los
tribunales, según sus propias leyes. A
más de 30 años de esto, todavía quedan abiertas muchas heridas que no han
cicatrizado.
Pero
así como vinieron, también fueron cayendo uno a uno, tras años de muerte y
torturas sobre sus espaldas. Es así como empiezan a surgir en las dos décadas
posteriores, gobiernos de tendencia socialista como el de Michelle Bachelet, en
Chile; Hugo Chávez, en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en
Ecuador, Lula en Brasil y sin olvidarnos de nuestro Fernando Lugo en Paraguay.
La
izquierda ascendió como única opción ante el lógico desgaste de los otros
candidatos, quienes en sus respectivos países, llegaron al máximo del
deterioro. Entonces fueron elegidos como los menos malos, pero nunca como los
mejores. Y prometieron todo lo creíble y también lo increíble. Era una
maravilla escucharlos hablar de todos los paraísos a que llegaríamos, si es que
lo votábamos.
Y la
gente cansada y fastidiada de los otros candidatos, no les quedó más remedio
que votarlos. Si la memoria de los lectores es buena, recordarán que todo
comenzó allá en Europa, más precisamente en España, con algo llamado así como
la novísima onda socialista. Dicha onda duró ocho años y terminó sumiendo a los
españoles en la más profunda crisis económica de su historia, al menos, en
tiempo de paz.
En
nuestra Sudamérica, las cosas no fueron mucho mejor. Los gobiernos que
proclamaban a voz en cuello ser los máximos defensores de los derechos humanos
y de la gente más humilde, en la práctica, no fue así. Lo primero que hicieron
es tomarse con los medios masivos de comunicación.
Porque
si hay una cosa que estos regímenes tienen en común, es que nunca aceptan las
críticas que se le hacen, antes las medidas intempestivas que ellos mismos
toman. Y terminan culpando a la prensa, de todos los males habidos y por haber;
cuando esta, de una manera u otra, solo refleja y transmite lo que el gobierno
hace o deja de hacer.
Ser
opositor en cualquiera de estos gobiernos, es prácticamente un buen motivo para
dejar el país lo más rápido posible. Los derechos humanos son contemplados solo
en los papeles, ya que a la hora de la verdad, se comportan como cualquier
régimen totalitario, de los que ya bien conocemos.
Las
promesas hechas jamás fueron cumplidas y por consiguiente el pueblo sufre la
política del “cangrejo”. Se perdió muchos años y los distintos países se han
endeudado, la mayoría, tras una estúpida carrera armamentista. La gente cansada
de soportarlos, ha puesto un alto. Así como España fue la primera en entrar en
la onda socialista, también es de las primeras en salir.
Es
Chile quien lo hizo en nuestra región, y calculo que Paraguay podría seguirlo,
ya que el modelo inventado por la izquierda guaraní, solo generó un híbrido de
jirafa con pingüino, casi imposible de digerir y mucho menos de poner en
práctica. El probable candidato de la derecha conservadora colorada, es Horacio
Cartes, un empresario que todo lo que toca lo vuelve oro.
Aunque
se lo envuelva en un manto de dudas sobre el origen espurio de su fortuna. Pero
esa es otra historia y la nuestra es que a corto o mediano plazo todo en
continente volverá a perder su poder, pero esta vez por su propia culpa. Al
final de cuentas esto es la democracia, la simple alternancia entre distintas
posturas. O no?
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