martes, 23 de abril de 2013

DE DERECHA A IZQUIERDA Y DE IZQUIERDA A DERECHA

Aunque parezca mentira, siempre la Historia tiende a repetirse, y no como una excepción. Ha pasado decenas de veces y no es mi intención retroceder hasta la Prehistoria e ir contando cada uno de los hechos que se repitieron. Pero para muestra basta un botón. Tenemos por ejemplo a los franceses que invadieron a Rusia, en el siglo XIX.


Y salieron tan mal parados, de aquella incursión, que prácticamente solo el 15% de la tropa retorno, y no todos en buenas condiciones. 

Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes, olvidándose de aquello que les ocurrió a las tropas napoleónicas, volvieron a cometer el mismo craso error. Demás esta decir que ese fue el comienzo del fin.


Otro hecho que también se repitió; fue durante el comienzo del siglo XX, cuando Alemania inicia una carrera armamentista y debido a sus sueños de dominar toda Europa. Un hecho periférico fue tomado como excusa para que se desatara la Primera Guerra Mundial, el atentado de Sarajevo, donde falleció el Archiduque Francisco Fernando y su esposa.

Alemania invadió a sus vecinos, en una primera etapa, hasta que comenzó su declinación y ocaso. Las condiciones, tras su derrota fueron casi humillantes, pero sin mascullar toda su rabia por dentro. Solo tardó casi 20 años para volver a equiparse con lo mejor de la tecnología de su época y volver a desafiar a los vecinos.

Invadió todo lo que pudo, hasta que se formó una alianza estratégica, quien tomó las riendas del asunto. Poco a poco fueron golpeando en sus flancos más débiles, hasta hacerla caer de rodilla, al tomar Berlín a mitad del año 1945. Alemania por dos veces seguidas había caído en el mismo grosero error.

Pareciera que la gente no puede aprender de sus propios errores y tiene indefectiblemente que tropezar dos veces con la misma piedra. Y ni así aprende la lección. Y ahora estamos a punto de repetir otra vez la misma  historia. Resulta que entre las décadas de los 70 a los 90, predominó en nuestra Sudamérica los gobiernos de extrema derecha, totalitarios y fascistas.

Se enrolaron en una política económica mal llamada neoliberal, ya que de liberal no tenía absolutamente nada. Seguían a la escuela de Milton Friedman, quien a la postre, fue el mentor del endeudamiento criminal en que sumió a nuestra región. Y que muchos ministros de economía lo siguieron al pie de la letra. Como los tristemente célebres José Martinez de Hoz de Argentina o Hernán Büchi de Chile.

Pero lo que conceptualmente ha quedado grabado a fuego, es que todos estos gobiernos, se involucraron en una lucha sucia y sin cuartel contra la izquierda a la que combatieron hasta exterminarla. Pinochet, Videla, Stroessner, o los militares brasileros o uruguayos quienes sentaron sus reales, en nuestro continente, en base a la represión y al terror que sus nombres inspiraban.

Ninguno de los regímenes militares respetó los derechos humanos y siempre utilizó la fuerza y la opresión para silenciar a los disidentes y opositores políticos. Teniendo muchas veces pruebas concretas, en sus manos, prefirió moverse entre las sombras y castigar a sus víctimas, fuera de los tribunales, según sus propias leyes. A más de 30 años de esto, todavía quedan abiertas muchas heridas que no han cicatrizado.

Pero así como vinieron, también fueron cayendo uno a uno, tras años de muerte y torturas sobre sus espaldas. Es así como empiezan a surgir en las dos décadas posteriores, gobiernos de tendencia socialista como el de Michelle Bachelet, en Chile; Hugo Chávez, en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Lula en Brasil y sin olvidarnos de nuestro Fernando Lugo en Paraguay.

La izquierda ascendió como única opción ante el lógico desgaste de los otros candidatos, quienes en sus respectivos países, llegaron al máximo del deterioro. Entonces fueron elegidos como los menos malos, pero nunca como los mejores. Y prometieron todo lo creíble y también lo increíble. Era una maravilla escucharlos hablar de todos los paraísos a que llegaríamos, si es que lo votábamos.

Y la gente cansada y fastidiada de los otros candidatos, no les quedó más remedio que votarlos. Si la memoria de los lectores es buena, recordarán que todo comenzó allá en Europa, más precisamente en España, con algo llamado así como la novísima onda socialista. Dicha onda duró ocho años y terminó sumiendo a los españoles en la más profunda crisis económica de su historia, al menos, en tiempo de paz.

En nuestra Sudamérica, las cosas no fueron mucho mejor. Los gobiernos que proclamaban a voz en cuello ser los máximos defensores de los derechos humanos y de la gente más humilde, en la práctica, no fue así. Lo primero que hicieron es tomarse con los medios masivos de comunicación.

Porque si hay una cosa que estos regímenes tienen en común, es que nunca aceptan las críticas que se le hacen, antes las medidas intempestivas que ellos mismos toman. Y terminan culpando a la prensa, de todos los males habidos y por haber; cuando esta, de una manera u otra, solo refleja y transmite lo que el gobierno hace o deja de hacer.

Ser opositor en cualquiera de estos gobiernos, es prácticamente un buen motivo para dejar el país lo más rápido posible. Los derechos humanos son contemplados solo en los papeles, ya que a la hora de la verdad, se comportan como cualquier régimen totalitario, de los que ya bien conocemos.

Las promesas hechas jamás fueron cumplidas y por consiguiente el pueblo sufre la política del “cangrejo”. Se perdió muchos años y los distintos países se han endeudado, la mayoría, tras una estúpida carrera armamentista. La gente cansada de soportarlos, ha puesto un alto. Así como España fue la primera en entrar en la onda socialista, también es de las primeras en salir.

Es Chile quien lo hizo en nuestra región, y calculo que Paraguay podría seguirlo, ya que el modelo inventado por la izquierda guaraní, solo generó un híbrido de jirafa con pingüino, casi imposible de digerir y mucho menos de poner en práctica. El probable candidato de la derecha conservadora colorada, es Horacio Cartes, un empresario que todo lo que toca lo vuelve oro.

Aunque se lo envuelva en un manto de dudas sobre el origen espurio de su fortuna. Pero esa es otra historia y la nuestra es que a corto o mediano plazo todo en continente volverá a perder su poder, pero esta vez por su propia culpa. Al final de cuentas esto es la democracia, la simple alternancia entre distintas posturas. O no?

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