Según la organización alemana, Transparencia Internacional, nuestro Paraguay sigue hundiéndose cada año más, en las negras aguas de la corrupción. Hemos descendido del 7º puesto al 9º en Sudamérica, es decir que estamos, apenas solo, delante de Venezuela y ocupamos el puesto 154 entre 183 países.
Este maravilloso
halago que hemos recibido, no nos enaltece para nada. Es más, es una muy
humillante designación, que nos crucifica ante todo el concierto de naciones,
nos deja mal parado ante los probables inversores y nos desprestigia delante de
las grandes entidades crediticias del
globo.
Sé que a muchos de
mis lectores pueden llegar a sentirse ofendidos o heridos en sus sentimientos
patrióticos, y esa no es mi verdadera intención, ya que lo único que pretendo
es replantear un tema que a todos nos perjudica, aunque a primera vista parezca
totalmente inofensivo. Sin embargo es todo lo contrario.
Aunque suene irónico, pero el puesto de corrupción Nº 154 nos lo hemos ganado merecidamente, con esfuerzo y dedicación. Con una práctica intensiva y a través de muchísimos años. Por lo que sería muy desubicado pensar que tal designación haya sido producto de algún malentendido, o un simple error en esta información.
El tráfico de influencias, el soborno, la extorsión
y el fraude son las prácticas más comunes de corrupción. Es un vicio que induce
al abuso de poder y que lo podemos ver cuando se le entrega dinero a un
funcionario público para ganar una licitación o darle una dádiva o coima para
evitar una posible clausura.
A la corrupción siempre le siguen
otros delitos, ya que el corrupto permite o solicita algo que generalmente es
ilegal. Un policía es corrupto si recibe dinero de una persona para que le
permita robar en una casa, sin el estorbo policial. En este preciso caso, se
unen dos delitos: corrupción y robo.
Según mi modesta opinión todo empieza en el hogar. Supongamos que tenemos una familia. Mamá se llama Impunidad, papá será Corrupción y el hijito tendrá el nombre Permisivo. Ahora bien, resulta que don Corrupción compra a crédito un montón de cosas y luego, cuando viene el cobrador, no solo se esconde, sino que le hace decir a su hijo Permisivo, que él no está.
Papi salta de la cama, a las 5 de la
madrugada, solo para que los vecinos no lo vean levantar el medidor de luz, que acostó la noche anterior y así
pagar mucho menos a la
ANDE. Mami reclama constantemente que los servicios públicos
nunca funcionan, sin embargo ella debe su impuesto inmobiliario, su IVA y su
patente. Y ante el requerimiento, intentará “negociar” con el cajero o algún
encargado superior de finanzas.
Doña Impunidad junta toda la basura en comunión con su vecina, como si fueran una sola vivienda, y luego dividen el pago entre ambas. Mientras tanto el señor Corrupción no solo tiene una construcción clandestina, en el fondo de su casa, sino que alquila varias piezas y su conexión eléctrica también es ilegal. Allí tiene 5 acondicionadores de aire, por lo que mensualmente paga unas monedas, por el consumo.
El hijo Permisivo, le pedirá 10 mil
guaraníes a su padre por lavarle el auto y le dará 5 a su vecinito, para que sea este
quien haga el trabajo. Esa es la famosa viveza criolla, en su máxima expresión,
con la cual se gana en el ahora, pero que a la larga, siempre será el gran
perdedor.
En la misma escuela
le pedirán a los alumnos que saquen fotocopias de los libros a estudiar, con el
cual, el derecho de autor se irá a la cloaca. En la calle, seguro que comprarán
un CD o un DVD, de algún mequetrefe metido a “ñembo” empresario y que estampará
su nombre en el trabajo de otros y por el que no le pagará nada a nadie, los derechos
de autor. Para esto tampoco hay control.
Seguro que Permisivo le pedirá el vehículo a su padre, con tal insistencia que aquel cederá, para sacárselo de encima. Sin importar que sea menor de edad y que no posea licencia para conducir. Total siempre llevará “algo extra”, por si alguna autoridad le exija identificación. Beberá como un condenado y aún así conducirá.
No importa que lleve
pasajeros o que ponga en riesgo la vida de otros automovilistas. O puede ser
que el padre le haya regalado una de esas motos chinas, como un simple
incentivo a sus estudios. Y que al primer control alcohólico que tenga que
enfrentar, Permisivo le dé, al policía, un billetito, bien disimulado de las
miradas indiscretas.
Claro, con el ejemplo que ha recibido en su propia casa, es como para que el “junior” siga como si nada, el brillante camino que sus padres le trazaron. No se descarta, por lo tanto, que en algún momento, también compre la tesis de su carrera. Obviará por lo tanto la ética en su profesión, ya que esto, teóricamente, le impide ganar dinero. No hay alternativa: escrúpulos o buena plata.
Pero por si el
ejemplo de su padre no le bastara, le quedará el de sus vecinos linderos,
quienes vivían en una verdadera choza, rodeada de una selva de enmarañados
yuyales. Pero a partir de ser electo concejal municipal, la cosa cambió del día
a la noche. La casita de madera se convirtió, como por arte de magia, en una
regia mansión palaciega.
La vieja y
destartalada bicicleta, es cambiada por una despampanante camioneta 4 x 4 de
última generación. Ropa de marca, un comercio para que su señora lo explote,
alguna que otra granjita de por medio y una cuenta bancaria, pero no dentro del
país, por las dudas tenga que huir precipitadamente.
La impunidad, la corrupción y lo permisivo son el resultado de un conjunto de factores que se relacionan entre si y hace que todos estos trabajen unidos teniendo un mismo fin en común. Por lo general, es la búsqueda de los mejores resultados con el mínimo esfuerzo empleado. Este vicio que es tan difícil de exterminar como el cáncer, determina con la credibilidad de un país.
Que ocupemos el lugar
154 entre 183 es una mancha negra, no imposible de desterrar, si todos se unen
para combatirlo. En especial los futuros padres de las nuevas generaciones,
para que ellos sí, se enorgullezcan de verdad, cuando salgan al exterior y no
sean señalados con el dedo índice, por ser los más corruptos del mundo.
Ricardo, que buena forma de llevar el mensaje a un todo que parece no importarle mentir frente a sus hijos, o peor aun, hacer que mientan en su nombre. En Colombia, no nos quedamos atrás, en todas partes se cuecen habas. Me sorprende eso sí que diga que apenas están por encima de Venezuela. No conozco el listado de Transparencia Internacional, pero estaba convencido que mi país aparecería en el último lugar. Imagínese usted un Estado que mantiene una guerra no declarada desde hace más de medio siglo con dos o tres fuerzas guerrilleras diferentes, súmele las organizaciones que aparte del ejército y la policía han organizado líderes que combinan la clandestinidad con el accionar politiquero, lo que llaman paramilitares, que han tenido en la presidencia de la república a su más célebre ideólogo, y aun así, a sabiendas, el pueblo lo ama y estaría dispuesto a volver a elegirlo como su máximo líder, según recientes encuestas, que por lo demás, han sido creadas para mostrar precisamente esa realidad corrupta que todos observamos callados. El sistema ha degenerado la conciencia colectiva para cultivar el más raro afán por la riqueza fácil, sin medida, sin sentimiento, sin razón. Va siendo la hora de mirarnos como una sola Nación, todos estos pueblos que apenas si se asombran con la corrupción, quizás solamente para reafirmar la manera como el último artilugio logró evadir a la justicia o al contradictor, para mantener en silencio la verdad que todos guardamos silenciosamente en nuestros corrompidos sueños. Ojalá no se haga tarde para que las mentes de un puñado de ciudadanos se levanten y decidan liderar el cambio que tan obedientemente mantenemos en silencio, por temor quizás a ser señalados como rebeldes, o como locos.
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