miércoles, 29 de diciembre de 2010

GRACIAS… TOTALES

Este es el último comentario que escribí para el Semanario Primera Plana de Ciudad del Este, con el cual di por terminada una etapa, comenzando otra,  mucho más afin con mis necesidades creativas. A partir de aqui, prosigue una serie de articulos de investigación, los cuales en su momento, me dieron muchas satisfacciones.

Esta es la famosa frase que Gustavo Cerati, líder indiscutido de la banda de rock argentina, “Soda Estéreo”, popularizó en aquel recordado último recital. Esta expresión fue lanzada al público, a modo de despedida, cuando al finalizar dicho concierto, Gustavo pretendió decir unas palabras, pero la emoción le provocó el quiebre involuntario de su voz. Y algo parecido me está sucediendo en estos precisos momentos.

Cuando hace dos años y medio, comencé tímidamente a escribir en el semanario, e inicié esta columna, con aquel recordado primer artículo: “Don Gato y su pandilla”, que tanto a Edwin le ha gustado, ni por asomo se me hubiera ocurrido toda la trascendencia ni las repercusiones que esos comentarios me traerían.

Pero como muchas veces he dicho, durante todo ese tiempo, fue un lento y duro aprendizaje de un método totalmente distinto a lo aprendido por mí. El periodismo se topó de golpe con un viejo loco y caprichoso, acostumbrado a manejar a los personajes de sus cuentos a su entero antojo, como simples marionetas, y en un mundo tan especial donde la realidad y la fantasía caminan juntas, pero sin tocarse.

Pero la noticia y la información son dos cosas totalmente distintas a aquel universo de ficción. La noticia es un acontecimiento totalmente real e indiscutido. Allí los duendes, los “pomberos” y las sombras  escondidas terroríficamente bajo la cama, no tienen cabida y por lo tanto, el que escribe los hechos, no puede apartarse ni un milímetro de lo que ha visto. En caso de no ser testigo, las fuentes o los testimonios deben ser confiables y veraces, para ello el periodista debe asegurarse que lo sean.

En cuanto se narre lo estrictamente sucedido no existirá ningún tipo de problemas, pero si se comienza a deducir los hechos que no se han visto, reemplazándolos con suposiciones, se comenzará a recorrer el peligroso camino de la subjetividad, cosa que hará que la materia, luego de un muy breve análisis, pierda la total credibilidad de sus compañeros, de los superiores y hasta peligrosamente del público lector en general. 

Pero la redacción en si de la noticia, como todas las cosas, tiene sus propios códigos y que difieren sobremanera de los códigos literarios, a los que estoy tan acostumbrado, desde hace unos cuarenta y tantos años. Para dar un ejemplo liso y llano de lo que digo es lo siguiente. La persona que lee un periódico, generalmente es alguien muy ocupado, producto de la velocidad que se le ha imprimido a estos tiempos que vivimos.

Por lo tanto toda la información esencial debe estar en el copete o en su defecto, condensada en el epígrafe de una foto. Y luego se desarrollan todos los acontecimientos detalladamente y en lo posible con un orden cronológico. Es casi fundamental que es espacio ocupado sea el menor, dentro de lo factible. Todo esto está bárbaro y no se lo puede discutir de ninguna manera.

Solo que para un escritor que se dedica a escribir literatura, no historia, psicología, pedagogía u obras de carácter religioso, es una piedra bastante difícil de digerir. Primero porque el escritor no tiene una medida, ya que puede escribir tres mil páginas y no hay drama de por medio, pero el periodista está sujeto al espacio que el diario tenga y la importancia del escrito en el contexto del día, según el criterio que tenga el director del medio. Como algunas veces me sucedió.

Pero lo más importante de todo este tema, es que no puedo digerir ese sistema de “la pirámide invertida”, tan machacada en mi pobre cabecita, por Juanpi, y que tantas náuseas me ha provocado. Es que para el escritor, contar al principio de su relato, es tan estúpido como decirle al lector, en la primera hoja, que el asesino de la dueña de casa, es el mayordomo.

En fin, pienso que en algún momento lo aprenderé hasta por cansancio. Pero continuando con aquello que nunca pensé que mi vida cambiaría tan radicalmente. Decía que desde aquel primer comentario, mucha agua pasó bajo el puente. A medida que pasaba el tiempo, los ofrecimientos se hacían más seguidos. Tampoco pensé que alguna vez sería miembro del concejo directivo del Centro de Escritores de Alto Paraná, ni que volvería a tener un programa de radio y menos en una emisora de la jerarquía de Corpus.

Ni que un doctor en literatura latinoamericana de la Universidad de Washington me grabara durante dos horas y media, para difundirlo por el canal estatal de la ciudad de  Seattle. Y ya casi había renunciado a editar un libro de mi autoría, sin embargo lo pude lograr gracias a aquel primer comentario. Pero todo lo dicho más arriba no fue por agrandado, simplemente por estar realmente sorprendido de mi mismo, ante tanta suerte, aunque algunos no crean en ella.

 Ahora un nuevo horizonte se me está abriendo y compromisos asumidos me impedirán tener este contacto semanal con ustedes, mis queridos lectores, a quien le debo gran parte de lo que he logrado.

Lo mismo nos encontraremos en otros medios de comunicación masivos, como la radio, las páginas Web, las revistas o en mi blog de Ultima Hora, sin descartar volver aquí, tómenlo como unas cortas vacaciones, por eso no les digo “Gracias… totales”, si no simplemente: “Hasta chau”. 

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