Un cable periodístico, cuenta que el diario Clarín, de Buenos Aires, realizó una encuesta para saber cuales eran los principales insultos argentinos, descubriéndose que en el primer lugar, figura el color de la piel (negro de m...), en el segundo, descalifica con el tamaño de los genitales femeninos, en el tercero y cuarto, se dispara contra las opciones sexuales y en el quinto, ironiza con ser de un país hermano (peruano/a), ya que a esta comunidad se la liga con los carteristas, caballos locos, adivinos o charlatanes esotéricos.
Si bien el saldo arrojado no deja sorpresas, sirve para sincerar un montón de sentimientos ocultos, no solo en los argentinos, si no en todos los seres humanos. La hipocresía tiene muchas caras y la discriminación es una de ellas. El que diga que jamás ha discriminado o que nunca fue discriminado, sencillamente miente o padece de trastornos mentales.
Existen tantos tipos de discriminación como variantes posea el ser humano. Y en cada una de ellas, se puede sentir que el rechazo de una persona, un grupo o la sociedad entera es el mismo. Para ser discriminado basta con tener un patrón distinto al de los otros para que se comience a sentir en carne propia, el repudio, el “vacío” o la misma indiferencia, que puede resultar mucho más cruel que una soberana bofetada.
La discriminación es como si fuera una avenida de dos vías, una que va y la otra que vuelve. Del mismo modo que nosotros le tratamos o mal pensamos de alguien, bien puede ser dicho o actuado por alguna persona en contra nuestra. Si nos ponemos a analizar fríamente, detrás de muchos inocentes saludos, se esconde una cruel y despectiva discriminación: “¡Che kurepa!, ¡Que hacés paragua!, ¡Hola gordo!, ¡Chau Blancanieves!, ¡Como te va Cuatro-ojos!, ¡Que tal momia!, ¡Adiós pelado!
Este tipo de etiquetas colocadas en la frente de cualquier individuo es una afrenta a la dignidad humana. Es una estúpida burla a los derechos civiles y un insulto que hiere la sensibilidad de quien recibe el mote como un verdadero latigazo en lo más íntimo de su ser. Y a pesar de todos los esfuerzos de la mayoría de los gobiernos de todo el planeta y de cientos de organizaciones no gubernamentales, la discriminación sigue dando que hablar en distintos puntos del planeta.
Cualquier diferencia entre dos seres humanos, es un motivo para crear una brecha. Se comienza con la falta de respeto al colocar en alguien, un estúpido apodo, luego la ceguera mental hace el resto. La intolerancia se vuelve fanatismo y de ahí a la agresión física, hay un solo paso. Por mucho menos que esto, se han desatado terribles batallas, entre pueblos hermanos o vecinos.
Un ejemplo de esto podría ser, la lucha por la independencia de los irlandeses católicos con los protestantes ingleses, que ya lleva casi mil años de continua contienda. Judíos y palestinos que después de 60 años de una estúpida guerra, con miles de muertos en cada bando, todavía no han aprendido a convivir en paz.
El racismo encubierto de norteamericanos y brasileros, que taponan o detienen el progreso de la gente negra, pero haciéndolo en silencio y de manera muy disimulada, evitando siempre el escándalo, en lo posible. Mujeres que a igual trabajo, reciben menor remuneración. Acoso sexual a mujeres en reductos considerados masculinos como policía o integrante de las fuerzas armadas.
La lista de discriminaciones podría llegar a ser larga y hasta aburrida, por la cantidad y variedad de ofensas lanzadas por miles de fanáticos que ciegos de ignorancia, se encargan de atacar todo aquello que sea diferente, desconocido, o simplemente no entiendan de la persona o cultura que tengan enfrente.
Solamente dialogando se puede solucionar o al menos zanjar gran parte de las diferencias entre seres humanos. Pero la discriminación no es solo un patrimonio de los habitantes de otros países. Sin ir más lejos, y por desgracia, Paraguay tampoco se escapa a las generales de la ley, ya que aquí también existen muchos casos de segregación.
Uno de los más conocidos es el de nuestros aborígenes. Muchas veces he visto a mujeres cargando hijos en las espaldas y las manos libres para cargar bultos enormes. Caminando sacrificadamente a la vera de las polvorientas rutas de nuestra patria, sin que un mísero ómnibus, camión o carreta, quisiera transportarlos.
Todos pasan a velocidades increíbles, echándoles tierra en la cara, sin importarles su presencia y ni lo que les pase durante el largo camino que tendrán que recorrer estas atormentadas almas. Y después muchos preguntan porque los indígenas se comportan de la manera en que lo hacen.
Algunos se resienten con la presencia de argentinos, otros con la de brasileros, y hasta hay quien se molesta con solo ver a los bolivianos, inválidos en sillas de ruedas, ciegos, parapléjicos, niños con el síndrome de Dawn, ancianos, gitanos, etc. Tanta estupidez humana tendría que terminar de una vez por todas, de lo contrario siempre estaremos odiando a aquellos que no sean iguales a nosotros.
La discriminación es uno de los flagelos instalados en el mundo desde el inicio de la humanidad. Sin embargo, en los últimos 10 años ha tenido en Argentina una abrupta escalada, actualmente padecemos discriminación todos los días... Por por suerte también hay personas que piensan y que están en contra de la discriminación.Yo me imagino qué pasaría si todos los humanos tuviéramos el mismo rostro, el mismo cuerpo, los mismos ojos, piel... etc. ? Tampoco seríamos felices?
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