Desde hace un par de meses, que estoy notando que en el país no hay los cambios prometidos, y está sufriendo algo, que di en llamar: el “efecto Viagra”, debido a que, este se encuentra totalmente “parado”.
La cadena de pago se ha roto y desaparecido el dinero porque nadie salda ya su deuda. Los productores de granos tienen miedo de plantar al ver a cientos de campesinos “sin tierras” y “sin vergüenza” merodear sus propiedades, armados hasta los dientes, a la espera de órdenes a través de celulares de última generación.
Los posibles inversores, al conocer por Internet estas hermosas novedades, se abstienen de acercarse a estos lados. Al contrario los pocos que quedan, ya piensan en otros horizontes. La ola de inseguridad que nos invade es terrible. Si salimos a la calle nos asalta un peajero o un “mondaha” motorizado; si conducimos nuestro vehiculo corremos el peligro de sufrir un arrebato en cualquiera de los pocos semáforos que funcionan.
Ir al cajero automático es puro veneno, porque hasta regresar a casa, podemos morir de un infarto, al mirar a cada rato hacia todos los costados, por temor a que alguien nos siga. Pero quien dijo que en casa estamos seguros. Si hasta cumpleaños ya no podemos festejar. Eso en la ciudad, en la ruta es mucho peor, porque ante una barrera policial, no sabemos si son amigos o enemigos.
Jueces, fiscales, auxiliares y algunos abogados se han asociado en turbias conspiraciones, demostrado mediante fallos tan sospechosos y arbitrarios que la justicia en Paraguay es como el “sandwich” de cerveza...no existe. Un ejemplo claro y concreto es el caso Ykua Bolaños. La frustrada renovación de los magistrados creó un acto absurdo con el “auto-atornillamiento” en el cargo, hecho, que da ganas de vomitar. Sin dudas los platillos de la balanza de la justicia paraguaya, se equilibran del lado de quien que tenga más billetes en el banco.
Para los ciudadanos de segunda, léase pobres; la salud es una cosa prohibida. Asistir a una consulta a un centro sanitario equivale a llevar en un bolso, alcohol, jeringas descartables, curitas, sondas, vendas, apósitos, algún que otro suero fisiológico y vendas elásticas por las dudas. En otro bolso, sábanas, frazada, varias mudas de ropa interior, pañuelos descartables y cualquier elemento que haga menos miserable la vida en un hospital, eso si se encuentra cama, en caso de necesitar una internación. Entre el dengue y la fiebre porcina, no ganamos ni para susto, pero tampoco hacemos mucho por evitar la pandemia. En este país los funcionarios combaten a los virus, de pico para afuera.
De la educación, se puede decir que con solo un 3 % del presupuesto, mucho no se puede hacer. Es por eso que es tan mediocre, tanto como su plantel profesional. Los resultados de los exámenes de los mismos profesores, avalan estas afirmaciones. Las escuelas ranchos no han desaparecido y las nuevas no tienen mantenimiento por lo que se volverán rancho en poco tiempo.
El caos sentó sus bases en todos los estratos sociales. Y parte de culpa la tiene nuestro querido y nunca bien ponderado señor Presidente, quien con su flojo don de mando, permite que cualquier badulaque de segundo orden, como la “estrellita” de Emergencia Nacional, diga que a su jefe le falta un poco de mano dura.
La corrupción de ninguna manera ha desaparecido. Al contrario, tomó mucho más fuerza, encontrándose vivita y coleando, enquistada en todos los recónditos nichos de poder. Incluso en Itaipú que ahora difunde un spot publicitario muy bonito, abominando a esta plaga social, sin embargo continúan los “planilleros” y alguna que otra licitación de transporte de pasajeros algo sospechosa.
En nuestra patria chica, Ciudad del Este, la incertidumbre ganó las calles y hogares ante el comercio paralizado y un eventual despido masivo de empleados por falta de compradores, ayudados por la crisis y el cerco militar “rapai”. El trabajo escasea y los nuevos inversores, como están las cosas, va a ser difícil que vengan, a no ser que sean suicidas o masoquistas.
Se están rompiendo los records de retiro de medidores, por parte de Ande, ya que la gente, al no tener un trabajo fijo, deja de pagar y se ve empujada a engancharse, a la red. Pero robarle energía a la Ande no es privativo de los pobres. También lo hacen grandes empresarios, cuyas fotos son publicadas, en risueñas poses, en las páginas de sociales. Ministerios enteros han dejado de pagar sus cuentas desde hace 20 años y ni miras de ponerse al día.
Nuestros queridos indígenas están bastante enojados con don Fernando, ya que sus promesas de una vida mejor han quedado en el olvido, por lo tanto han jurado que en la primera oportunidad que tengan, lo meterán en una olla con papitas, zapallo, y un montón de verduras, previa afeitada de su barba ya que olvidar este pequeño detalle puede llegar a ser bastante indigesto.
Por lo tanto es mentira que nuestro querido presidente haya dejado de lado sus promesas de un cambio realizadas durante la campaña proselitista. Ya que con su sistema “karumbe” de gobierno lentamente está transformando a los pobres en mucho más pobres.
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