lunes, 21 de febrero de 2011

LA “MONGOMANÍA” DE LOS CELULARES


Según la opinión de los entendidos en la materia, la computadora y la telefonía móvil son dos de los inventos que han revolucionado la tecnología del siglo pasado y que aún lo siguen haciendo. La practicidad y la comodidad que estos dos elementos brindan, hace que sus posibilidades se abran en un abanico de variantes casi infinitas. 
 
Quién podía afirmar hace unos diez años atrás, que ese costosísimo “ladrillo”, tan incómodo para transportar, se constituiría en un elemento casi indispensable para la vida moderna. Hoy en día la sofisticación es tan grande, que se puede ver un canal de TV, bajar información de Internet, filmar acontecimientos, grabar voces, y mil opciones más. No es de extrañar que dentro de algún tiempo, también sirvan chipa y ceben terere. Esto ha sido el lado positivo de la cosa.

En la vereda de enfrente se podría decir que su uso genera un vicio tal, que si no se modera su empleo, el mantenimiento es similar al de un automóvil ó en su defecto la manutención de una señorita de vida fácil. Otro punto de vista negativo, es que su uso constante, y con luz inadecuada, podría, con el tiempo, producir una paulatina pérdida de la visión. 
 
Sin embargo, por desgracia, esto no es lo peor. Lo negativo es que la gente se pervierte de tal manera que queda como embrujada ante la pantalla del celular. Se pasan horas y horas en una actitud “autista” propia del protagonista de la película “Rain Man” o Mi nombre es Sam.

Adolescentes y los que ya no lo son, mueven los labios casi imperceptiblemente, en un estado de trance místico, en donde es muy difícil de despertarlos, tal el caso del personaje de la foto que pareciera que está hipnotizado y tan concentrado, que si desarmaran el copetín que está atrás suyo, ni se daría cuenta.

Lo peor de todo esto es que el “celular-dependiente” siente tremendos impulsos de “chatear” y a tal punto, que es casi imposible frenar su instintiva acometida. Es casi un absurdo hablar con una de estas personas, porque jamás ellas lo miran a la cara, sólo tienen ojos para su querida pantalla. 

Mantener una conversación fluida con cualquiera de estos enfermos mentales, ni pensarlo, ya que cada dos ó tres minutos reciben una llamada y uno que está por decir algo, tiene que tragárselo ó esperar pacientemente otra oportunidad, eso es si no se olvida lo que estaba por decir. 
 
Este enamoramiento por el celular, trae a veces nefastas consecuencias, una de ellas pueden ser los accidentes al cruzar la calle y no estar atento ó conducir mientras se está hablando. También despierta el interés de aquellos “caballos locos” que están siempre al acecho de sus posibles víctimas y estas son probablemente aquellas adolescentes tontas que se pasan todo el santo día tras su chico'i y no ven el peligro del “chateo” en plena calle, estando totalmente desprevenidas.

Esto es prácticamente una invitación a la rapiña. Es decir que tenemos por un lado futuros ciegos y por el otro, personas atrapadas por el vicio y que viven pendiente del celular y ya no pueden vivir sin él.

El teléfono móvil pasó a ser casi una extensión misma de la mano. Va a todos lados e incluso se cuenta de gente que no se desprende de tal adminículo, ni cuando se encuentran sentados en el inodoro. ¡Parece realmente una broma!, pero por desgracia no lo es. El fanatismo por este aparatito llega a límites insospechados. Las llamadas se suceden ininterrumpidamente unas tras otra, sin importar la hora, por más abusivo que esto sea. Apagarlos, jamás.

Se lo cuida más que a la madre, se lo alimenta generalmente con tarjetas su estómago y electricidad su cerebro. Cuando está enfermito se le cambia el “chips” ó algún que otro integrado. En caso de estar algo viejo ó fuera de moda su carcaza, se procede a una pequeña operación de cirugía estética, quedando tras breves minutos como nuevo. Su venta se ha masificado debido al precio accesible que ha posibilitado que sea muy común que en una misma casa existan cinco ó seis de estos aparatos.

Pero las variantes no se han terminado, y entre ellas están, las estadísticas, que hablan por si misma. Para una población de 6 millones de paraguayos, existen 3,2 millones de teléfonos móviles, ó sea un 53,33% de la población, que vendría a ser un celular cada dos personas. Uno de los más altos de Sudamérica. Mientras que la estatal Copaco cuenta con apenas 300 mil teléfonos fijos. Estos son datos provistos por la cámara que agrupa a las cuatro compañías de telefonía móvil. 

Según fuente policial no oficial, el 92% del parque celular en nuestro país, es robado (Brasil, Argentina, Bolivia ó Perú), siendo algunas veces también producto de algunos rateros en ciudades paraguayas. A pesar de contar con un registro a nivel nacional, el robo de celulares no ha cesado. Es más, tiende a aumentar dado que se produce un robo cada 20 segundos en todo el país. 
 
Por otro lado tenemos que los reclamos son constantes y variados en cuanto a la prestación de servicios por parte de las cuatro operadoras, no salvándose ninguna de ellas. Entre las quejas más frecuentes escuchadas son: los saldos desaparecen como por arte de magia, las facturas jamás llegan a destino, existen servicios gratuitos pero que al fin se cobra de una u otra manera. Según los usuarios, pero los miles de personas que trabajan para estas compañías tiene siempre algo que decir. 
 
El 95% de los empleados trabajan en negro, no cuentan con el IPS respaldándolos, el Ministerio del Trabajo mira hacia otro lado ante la afirmación de las compañías que no son su personal, son apenas microempresarios independientes, obligándolos a comprometerse con el fisco y de esa manera eludir su auténtica responsabilidad. 
 
Las cuatro eluden impuestos y muchas veces desvían el IVA, trasformándolo, a veces en nuevas inversiones, ó bien proceden al viejo y muy conocido lavado de dinero, que sale muy orondamente del país, cosa que está penada por ley y existiendo acuerdos internacionales, sin embargo este bendito país da para todo. Más claridad es imposible. Si se “comieran” mil guaraníes del saldo de los 3,2 millones se tendría una ganancia extra impresionante y sería plata negra.

Por lo tanto se deduce que el pobre usuario de celular puede quedar ciego con el tiempo, tener accidentes por desatento, quedar hipnotizado por la pantalla, robado y golpeado por un “caballo loco” ó un “peajero”, estafado por un seudo técnico que en realidad es un ex panchero reformado, robado por su compañía proveedora del servicio, que se ha vuelto un perfecto masoquista, pero es tanto el amor que le profesa a su celular, que no le importa nada y hasta es capaz de soportar todo esto y mucho más.

1 comentario:

  1. Aunque siempre llevo mi celular conmigo, estoy total y absolutamente de acuerdo con usted. Además de todas las incuestionables realidades que plantea, me permito compartir otra de marca mayor e implícita en su texto: ¡Dependemos del celular "mecánicamente" en forma inversamente proporcional al enriquecedor encuentro "cara a cara" con el prójimo.

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