lunes, 29 de noviembre de 2010

¿ES PECADO ACTUALIZAR EL DOGMA?

Una de las noticias que más me ha sensibilizado últimamente y esto mismo se hace cada vez más difícil, es aquella que cuenta del aborto provocado, en un hospital público de Brasil, de una nena de nueve años de edad, que había sido violada.

El consentimiento de la familia de la víctima fue unánime y apeló a la ley brasileña que sí la contempla, en el caso de violación. La niña en cuestión quedó embarazada de mellizos, por parte de su actual padrastro. La crónica concluye que el arzobispo de la ciudad brasilera de Recife, ha decidido excomulgar a todos los parientes que consintieron el aborto y a todos los médicos que participaron en dicha operación quirúrgica.

Hasta aquí es lo que la crónica periodística nos informa. Y  desde ese mismo lugar en adelante, comienza el comentario y la serena reflexión. Lo que se desprende de esta información es que a la Iglesia Católica le interesa mucho más en seguir apegado a su férrea actitud dogmática que a la preservación de la vida de una niña que corre un serio riesgo de subsistencia.

No se necesita ser muy inteligente para darse cuenta que una criatura de nueve años no solo no tiene el cuerpo y sus órganos reproductivos plenamente desarrollados, si no que su mente, de ninguna manera está preparada para ser una madre. Si bien coincido con la Iglesia que eso no es ni ético ni moral, existen circunstancias atenuantes y cada caso es un caso.

Si bien las leyes italianas son un poco más flexibles al respecto, coincido en un cien por ciento con la jurisprudencia brasilera, ya que la primera da cinco causas principales para su excepción, mientras que nuestros vecinos solo permiten nada más que tres. A saber: violación, malformaciones congénitas y riesgo inminente de muerte para la madre.

Sin embargo para la Iglesia Católica estas son únicamente  meras excusas, no para cometer un simple pecado, si no un despiadado crimen. Ahora bien, si el arzobispo brasilero amara tanto la vida de esos dos fetos, habría que preguntarle si él se haría cargo de los gastos de parto de la niña, en caso que ella no corriera riesgo de vida.

Así como del largo y doloroso tratamiento psicológico debido al trauma y los terribles miedos malsanos adquiridos a raíz de la violencia que supone cualquier violación. También sería importante preguntarle, si se dispondría a criarlos y educarlos bajo el auspicio de su propio patrimonio. Es evidente que nunca haría esto, por lo que como siempre digo: “es muy fácil dar consejos, lo difícil es ponerse en la piel del que sufre y ayudarlo con hechos”.

También he hablado hasta el cansancio que debe haber una ley de aborto en Paraguay, y no despenalizarlo, pero si acotarlo en las condiciones similares a la de Brasil, que modestamente me parece son las más justas. Saliendo de estas leyes, y poniéndose por encima, formaría parte de un irresponsable juego de hacer hijos por simple deporte.

Brasil ha demostrado cabalmente que la justicia debe ser independiente de las presiones que pueda soportar inclusive hasta de la poderosa e influyente Iglesia Católica, quien ostenta el pomposo título de ser el país con más fieles de este credo del mundo. Sin embargo no se ha dejado impresionar y ha hecho lo que en realidad correspondía.

Paraguay, en ese sentido debería copiar, al menos una vez, algo bueno y de provecho para su población. Pasó lo mismo con el divorcio. Nadie se casa pensando en una posible separación, al contrario lo hace siempre porque existe un poderoso vínculo que atrae a un hombre y a una mujer. Pero al convivir comienzan los problemas hasta que estos se vuelven insalvables y la convivencia se hace un verdadero infierno.

Ninguna nena de nueve años, que debería estar jugando con muñecas y gozar de los privilegios de su edad, tendría que ser violada por el concubino de su madre, ni engendrar gemelos, ni tener trastornos mentales y quizás con el tiempo, un odio irracional hacia todos los hombres, por el resto de su vida. Pero estas cosas suceden, a veces sin provocarlas, y entonces hay que tomar decisiones rápidas, en busca de las soluciones.

El aborto en este caso fue una solución, quizás no la óptima, pero considerando las circunstancias era lo mejor para la salud de la niña; pero la propuesta de la Iglesia es todo un despropósito que no tiene ni pies ni cabeza. Mucho se ha escrito y hablado de las contradicciones prácticas que tiene el dogma católico, en el presente tiempo por lo que el Vaticano se arriesga sin medir las futuras consecuencias y quienes sacan partido de esto. 

Esta actitud irritante provoca la rebeldía en los feligreses, que sintiéndose poco apoyados por su propia Iglesia, se los puede observar defraudados y desmotivados, luego puede que comience un cuestionamiento más riguroso que hasta pueda desembocar, en el peor de los casos, en el pasaje hacia cualquier otra religión o bien provocar otro cisma como lo hizo Lutero.

El primer deber que tiene cualquier ser humano es preservar cualquier tipo de vida, pero cuando comprometa nuestra propia supervivencia entonces no hay nada más que hablar. La Iglesia está para enriquecer nuestra alma y orientar nuestro espíritu. La justicia está comprometida con el comportamiento humano y sus desviaciones. Cada uno manda en su fuero, intentar el cambio de roles nunca ha dado buenos resultados. Como un ejemplo claro de esto tenemos a un cura que se ha metido en la política y ya ven hasta ahora, los resultados obtenidos.   

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