Hace cerca de un año y medio atrás, escribí un comentario, refiriéndome a mi adicción al tabaquismo, lo difícil que se torna abandonarlo y las consecuencias que le acarrean al organismo con el mero paso del tiempo. En esta oportunidad, divagaremos juntos sobre las terribles secuelas que deja el alcoholismo y podrán darse cuenta rápidamente que si los “perros” piden despenalizar a la marihuana, en su lugar, se debería declarar al alcohol droga de uso controlado.
El tema desde ya que es bastante complicado, debido que yo no me opongo a que la gente beba, al contrario, si hasta los médicos recomiendan al alcohol, durante las comidas. También existen aquellos momentos, en los que se comparten las bebidas, en algún que otro acontecimiento familiar o de camaradería. A esto se le llama “beber socialmente”.
Pero cuando a la bebida se le mete el descontrol, entonces comienza la locura de la patología del ebrio consuetudinario. Y a ese nivel llega cualquier individuo que no puede conseguir el equilibrio emocional. Un alcohólico básicamente busca refugiarse detrás de una botella para no pensar en sus problemas. Quiere eludir todas aquellas presiones que lo atormentan. Como también las responsabilidades contraídas.
Sin embargo, esto jamás lo consigue. Lo único que logrará será perder a su esposa, a sus hijos, demás parientes, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y ocasionales conocidos. Tarde o temprano perderá también su fuente de ingresos y ese será el comienzo del descenso, como por un tobogán, hasta las mismas entrañas del purgatorio.
De tomar un par de vasos en la comida o la sobremesa, los fines de semana, pasará a beber con desesperación, todos los santos días. Al principio usará su dinero, cuando el efectivo acabe, se hará invitar, un par de tragos, en cualquier reunión ocasional. Cuando este recurso se convierta en fastidio, comenzará a vender objetos personales para solventar su vicio o robará pequeñas sumas, de sus seres queridos más cercanos.
En el momento que esto ya se haga insostenible, comenzará la etapa de las humillaciones, como la mendicidad entre todos los conocidos. La vida familiar se tornará insoportable y es probable que el cónyuge pida el divorcio, si es que no inició antes una demanda por violencia doméstica. A esta altura su personalidad se habrá cambiado y se lo verá frecuentemente andar de cuatro, totalmente “en pedo”.
Sin contar con su familia ni sus amigos, es posible también que haya sido despedido de su empleo, por llegadas a deshora, tener aliento alcohólico, faltas injustificadas o aparecer en un total estado de ebriedad, lo que hace imposible cualquier defensa. Sin trabajo y echado de su casa, mucho futuro no le espera a menos que pueda revertir la situación y que los familiares más cercanos lo apoyen para iniciar algún tratamiento de desintoxicación.
Cuanto más tiempo pase dependiendo de la bebida, más difícil será su recuperación. Rescatar a un individuo del abismo depresivo y devolverle la autoestima es bastante complicado, si el enfermo no colabora. La degradación y humillación sufrida no se borra de un día para otro. El primer paso hacia la vuelta a ser un humano, está dado por reconocer que uno es un alcohólico. El resto del camino será un poco más fácil de recorrer.
También están aquellos a quienes no les interesa recuperarse, porque no creen, de ningún modo, que se encuentren enfermos. Se jactan que pueden tomar todo lo que quieran y sin que el alcohol les haga efecto. Incluso dicen manejar mejor ya que, un par de copas, a ellos no los entorpecen, al contrario les acentúan los reflejos.
Esta estupidez es la causa de la muerte o mutilación de millones de seres en todo el mundo, cada año, con un costo económico-social, que supera la deuda externa de muchos países del planeta. Miles de jóvenes, se inician en este vicio, instigados por una publicidad engañosa que los bombardea constantemente.
Con todo lo antedicho creo que ya tienen más o menos un panorama bastante claro de la cosa. Ahora bien, si el alcoholismo es realmente malo para el organismo humano, propagar o incentivar su ingestión debe ser un delito por crear nuevos adictos viciosos o enfermos alcohólicos.
Por si esto fuera poco, a cierta “disco” de Asunción, llamada “El Santo”, se le ocurrió ofrecer un millón de guaraníes, de premio, a quien bebiera más, en el menor tiempo posible. Para conocer al ganador, se tomaría como juez inapelable, a un aparatito de Alcotest. No se aclara si en el local contaría con un médico y una ambulancia de Unidad de Terapia Intensiva.
Si tenemos en cuenta que por un millón al contado, mucha gente es capaz de hacer cualquier cosa. Incluso arriesgarse a un coma alcohólico. Pero tengo la esperanza que este espantoso concurso no se difunda en nuestro país, porque esta forma de degradación humana solo contribuye a denigrar la condición humana, a menos que haya cierta moderación con el “chupi”.
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