miércoles, 3 de noviembre de 2010

RADIOGRAFÍA DEL POLÍTICO MENTIROSO

Desde que recuerde, siempre tuve un buen dialogo con los jóvenes, quizás porque como digo siempre, soy un “pendex” de 16 atrapado en el cuerpo de un viejo de 60. Esta virtud, no buscada por mí, me sirvió mucho durante el tiempo que fui profesor universitario, tanto en Argentina como en Paraguay.

La experiencia me dice que las clases serias y acartonadas solo logran que los alumnos tengan únicamente 20 minutos de atención, cuando yo preciso de ellos, al menos el doble de ese tiempo. Por lo tanto incluía una gran variedad de chistes y “monerías” mucho más cercanas al trabajo de un comediante que al de un verdadero profesor.  

Con este método les hice conocer una forma mucho más rápida y práctica de absorber conocimientos, sin necesidad de memorizar como loros. Es decir estudiando por conceptos. Con esta técnica conseguí acercarme a ellos, sentir lo que sentían y hablar su mismo lenguaje. Las confesiones llegarían después, cuando sintieron que podía llegar a ser, una persona totalmente confiable.

Únicamente por motivos económicos dejé la docencia, pero el contacto con la gente adolescente jamás se perdió. Como tampoco dejaron de llegarme sus confidencias. Bueno, después de dar un buen rodeo, ahora podemos entrar de lleno en el tema que esta semana quería abordar. Entre todos los tipos de confidencias que llegan a mis oídos, la que más escucho, es aquella que cuenta sobre la total indiferencia que tiene el joven, cuando escucha hablar sobre temas políticos.

Es más, confiesan abiertamente y sin ponerse colorados, que ni siquiera han ido a votar, porque el tema en sí, les da un verdadero asco. Esa falta de interés por saber, interesarse y entender que significa ser un político o comprender que es la política no es casual, muy por el contrario. Ya sus padres y abuelos sufrieron en carne propia los fraudes, las mentiras y los engaños típicos de todo político ambicioso por el poder.

Pero desde el golpe del 89, los políticos se han vuelto mucho más mentirosos y descarados que nunca. Y eso se puede observar en el seno de muchos hogares paraguayos, donde el desprecio hacia hombres y dogmas se ha tornado ya hereditario. Los mismos jóvenes me cuentan que no quieren involucrarse en ningún partido político porque siempre  son usados como idiotas útiles.

Sucede que los políticos se acuerdan de los jóvenes solamente en épocas de elecciones, momento propicio para que, se les prometa algún que otro trabajo bastante remunerativo, a cambio de un pequeño sacrificio por el partido en cuestión. Entonces empieza el gran juego. Se juntan a todos los jóvenes y se los hace recorrer las calles, solo para llevarle votos al candidato que se postula.

De mañana bien temprano visitan casa por casa, por la tarde, trabajo de limpieza de paredes, que serian luego pintarrajeadas  de noche con leyendas repetitivas y poco originales. Tendrían que colgar pasacalles en lugares peligrosos y casi inaccesibles. Ir a todos los programas de radio, televisión, periódicos, escuelas, universidades, fábricas, iglesias de cualquier credo. Todo en pos de ese bendito trabajo prometido.

Y por eso, los chicos no ahorraran sudor y se comerán los vientos, es la única posibilidad que les queda, ya que recorrieron toda la ciudad, de balde, con una carpeta con 20 currículo, a los que repartieron como volantes, en cuanta  empresa se les cruzara por el camino, siempre con la esperanza que alguna de esas hojas, de tamaño oficio, caiga en las manos adecuadas y sean llamados oportunamente para comenzar ese mismo día, su ansiada tarea, fuese la que fuere.

Por eso tanto se esfuerza, porque quiere trabajar y es el político, la última tabla salvadora. Pero a pesar de todo el empeño puesto de manifiesto, cuando la campaña proselitista termina y el circo escénico apaga sus luces, el joven, sin el trabajo prometido, y habiendo ganado casi nada, será despedido sin más ni más, con todas las pompas y honores que se merece; dándole gracias por todos los buenos servicios prestados.

Como la mayoría de los jóvenes que quieren trabajar, para pagar sus estudios, no cuentan con un “papá rico” que les solvente sus gastos, y no encontrando ningún trabajo, es lógico que depositen sus últimas esperanzas en el político del barrio. Ese que conoce más o menos bien, que charlan con sus hijos, que era gente sencilla, pero que con el tiempo se han vuelto “kakatos” y prefieren ya otro círculo de amistades.

Por lo tanto, con otra frustración en sus manos, los jóvenes se ven defraudados en lo más íntimo de su ser, por haber sido confundidos con simples idiotas útiles. Este descrédito ha corrido como reguero de pólvora entre todos los grupos de adolescentes y en estos momentos, se duda en participar en política, justamente por estos antecedentes.

La política no es sucia, ni traicionera, ni mentirosa, esas son cualidades del ser humano. Mientras elijamos nuestros representantes de entre lo peor de nuestra sociedad, la cadena jamás se va a cortar, pero si se utilizan a los mejores jóvenes que nuestras universidades nos entregan, ya hay una luz de esperanza al final del túnel.

Tampoco un universitario es signo de virtud, la muestra la tenemos con la anterior gestión, pero al menos estaremos en el camino de priorizar a todos aquellos que hacen el esfuerzo por mejorar su calidad de vida. Políticos hay buenos y malos, solo que Paraguay siempre tuvo mala suerte al elegir a estos últimos.

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