Ciudad del Este es evidentemente una ciudad maravillosa y nadie lo puede negar. Sin embargo, hay demasiados elementos que atentan agresivamente contra este calificativo. A los ataques externos de una férrea fiscalización de la aduana brasilera y de oscuros intereses de la cancillería del vecino país, y que bien “la gozan” con nuestra lenta estrangulación del comercio fronterizo.
A esto se le suma la desidia, la inacción, la indolencia y la pachorra provenientes del mismo gobierno comunal, que invierte en obras de maquillaje en el microcentro y se olvida que más allá de Oasis, también Ciudad del Este existe. Ya sabemos que las grandes obras de infraestructura que la ciudad requiere, y que todos esperamos desde la misma época de su fundación, ya no se harán, por lo menos dentro de esta generación.
Y la municipalidad ya no los hará, porque vivió demasiado tiempo a la sombra que le proyectaba Itaipú. Durante estos últimos años se malversó muchísimo dinero, tanto como que grandes sumas fueron a parar a los bolsillos de los jerarcas comunales del momento y su reducido entorno de cómplices. Luego del 20 de abril, el chorro de la Binacional se cortó y todas las luces y farolitos de colores se apagaron de golpe.
Con esto se demuestra plenamente, que sin el dinero de Itaipú, el presupuesto municipal no tiene vida propia. El 90% de lo recaudado se encausa para pagar sueldos de funcionarios, muchos “planilleros”, por supuesto, por lo que no sobra demasiado para cualquier tipo de arreglo o mantenimiento de mediano porte. Ahora sin el patrocinio de la suculenta cuenta de Itaipú, seguiremos por la vieja brecha de todo lo que se rompa, no se repone.
Pero hay pequeños detalles en los cuales la comuna podría empezar a desperezarse de la modorra que tiene desde siempre y sin mucho gasto, corregir una que otra falta de prolijidad, de las tantas que tenemos en esta urbe. Se puede iniciar esta pequeña lista con que todas las propiedades de esta ciudad, no tienen numeración y si las tienen, están equivocadas. Es decir, que nos manejamos como en la campaña: la casa de color verde que está cerca del mango y enfrente de la despensa de “Doña Eufrasia”.
Si una ciudad no tiene numeración, que es una cosa tan sencilla de solucionar, no pasa de un simple villorrio, aldea o pueblucho. Es especial para que un turista nunca llegue a su destino. Tampoco todas las esquinas tienen el cartel indicador que señale en que calle estamos. Solamente las principales y con eso “ya da ya”. Otra cosa muy importante: casi no tenemos una sola vereda totalmente en forma, en todo el distrito. Y es tan fácil de padrónizarla.
Se podría adoptar la loseta de 40 x 40 que es de rápida colocación y más barata que cualquier otra. Lo interesante sería que toda la gente ociosa de la municipalidad, se dedicara a fabricarlos y venderlas, con una pequeña ganancia, como para pagar los jornales de los obreros, a todos aquellos frentistas que lo necesiten.
Con esto se daría mucha mano de obra y con poca plata, ya que el frentista pagaría el material y puede colocarlo él mismo o el personal municipal. Eso es a elección. También he visto con cierto desagrado, que en muchas calles, especialmente las empedradas, con el tiempo, se forma una alfombra de pasto que termina por confundir el verdadero recorrido del pavimento.
Eso queda tan feo y cuesta tan poco sacarlo, que ni vale la pena hablar de ello. Sin embargo existe una gran desidia por parte de miles de propietarios o inquilinos, que ni les importa un pepino, la estética de su manzana ni la limpieza de la cuadra y bien merecerían vivir solos en el medio del Chaco, charlando con la vacas criollas.
Estando en pleno siglo XXI, la municipalidad no debería permitir de ninguna manera, que dentro del distrito, la empresa de electricidad estatal Ande, siga colocando los tradicionales postes de karanda’y, cuando todos conocemos su duración y su relativa efectividad. No debería permitir que los comerciantes invadan la vereda con sus productos, argumentando falta de espacio, ya que esto obliga a los transeúntes a descender a la calle.
Intimar compulsivamente a los dueños de terrenos baldíos a mantenerlos limpios y con su correspondiente vereda, caso contrario, que se ejecute las ordenanzas que así lo expresan. Ir reemplazando a los árboles demasiado viejos, antes que causen graves daños, con la primera tormenta que venga y destruya los cables del tendido eléctrico y telefónico, como mínimo.
La comuna debería combatir la contaminación sonora de aquellos borrachos que circulan, con sus vehículos, poniendo sus equipos de sonido, en el máximo que da el volumen. La contaminación visual de los miles de pasacalles puestos en cualquier lugar y donde se le dé la gana, sin pedir permiso a nadie. También los partidos políticos deberían ser presionados por la comuna para que estos limpien los muros pintarrajeados y las espantosas pegatinas.
Pero la comuna esteña ya ha demostrado demasiadas veces su ineptitud, su inoperancia y su burocrática falta de rapidez para solucionar este tipo de problemas, por lo tanto, sugiero que nosotros, los ciudadanos residentes en esta hermosa ciudad, tomemos “el toro por las astas”. No lo hagamos para salvar a la comuna, hagámoslo por el cariño y la gratitud que le tenemos a esta patria chica, y por tener todo lo que tenemos, gracias a ella.
Mantengamos más limpia esta ciudad, para sentirnos anímicamente mejor y levantar la auto estima, aún dentro de esta maldita crisis que nos esta comiendo el hígado. Sacudirse de este insano sopor puede ser una buena terapia para estos momentos difíciles. Ya que si ellos no lo hacen, hagámoslo nosotros. No sé como te explico...
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