Con dolor en el alma veo como Hernandarias sigue siendo tapa de diario y destaque en los noticieros, nacionales y regionales, pero no por sus propios méritos, ni por sus grandes logros, ni nuevas inversiones, o la construcción de su propio polideportivo, ni siquiera por sus bellezas naturales, que las tiene y de sobra.
Al contrario, está al tope del ranking lo ridículo, por culpa de la ineptitud de sus autoridades y su sequito de “succiona calcetines” que deambulan como “zombies”, por los pasillos de la municipalidad local. Como es posible que doce personas no se pongan de acuerdo, durante un año, en la elección del nuevo intendente.
La historia comienza cuando Retamozo, un próspero empresario, pero un inepto funcionario, renunció a completar su segundo período, y así buscar la diputación. Reafirmando lo dicho, tenemos que de intendente sospechado de saqueo a las arcas municipales, y espiado por la Contraloría, pasó a ser un oscuro y silencioso representante de Hernandarias y el departamento.
Desde que ocupó su cargo en el parlamento, jamás ha presentado algún borrador de un proyecto. Sin embargo, antes de dejar la intendencia, se preocupó por financiar la discordia entre los concejales, polarizando a dos grupos bien definidos. Los que taparían sus chanchullos y los que los destaparían. En el primer grupo se encuentra a la cabeza, don Blas Leguizamón.
Un buen hombre al cual la camiseta de intendente le queda muy grande, debido a su falta de “cintura política”. Sin embargo, en la ciudad, nadie ha escuchado hablar cosas feas de él. Y por el otro, Ña Carmen Álvarez, la cuñadita de Retamozo, abogada y fabricante de muebles, rápida y “mbarete”, en la toma de decisiones. Con su sonrisa de oreja a oreja, te envuelve en un paquete con moño y todo. En cuanto a su honestidad, bueno, este... Hernandarias es chico y se puede preguntar por ahí nomás...
A pesar que estos dos personajes son diferentes entre sí, ambos tienen dos puntos en común que los une y que los ha llevado a mantener una guerra durante un año entero: la ambición desmedida y su falta de amor por su terruño. Pero esto tampoco es privativo de ellos, ya que habría que incluir a los otros diez comparsas que lo secundan en esta pésima opereta tragicómica.
Las crónicas se refieren únicamente a estos dos protagonistas, y nadie se ha preocupado por preguntarle a la gente su opinión. Ese pueblo de Hernandarias que siempre apoya a sus políticos, pero que constantemente es defraudado en sus sueños, sus ideales y sus esperanzas. Gente trabajadora que renueva sus votos de fe con cada elección, para luego salir, postergada y menospreciada.
Todas las oleadas de recursos de amparo y las idas y venidas de ambos bandos, terminaron por confundir y defraudar al pueblo hernandariense, llegando incluso hasta tomarlo con cierto dejo de sarcástica resignación. Quizás el nudo de esta cuestión pase por la ambición desmedida y el falso orgullo personal que impide, que, por el bien de la ciudad, den un paso al costado y se imponga una intervención, en el peor de los casos.
Todas las oleadas de recursos de amparo y las idas y venidas de ambos bandos, terminaron por confundir y defraudar al pueblo hernandariense, llegando incluso hasta tomarlo con cierto dejo de sarcástica resignación. Quizás el nudo de esta cuestión pase por la ambición desmedida y el falso orgullo personal que impide, que, por el bien de la ciudad, den un paso al costado y se imponga una intervención, en el peor de los casos.
Claro que hay un atractivo para “atornillarse”, son los casi 10 mil millones de guaracas que figuran en el presupuesto municipal del presente ejercicio. Esa es mucha plata para manejar, si tenemos en cuenta que esta es la segunda ciudad del departamento. Tanto dinero despierta suspicacias y abre sospechas sobre los motivos antedichos. ¿Patriotismo?, ¿gran amor a la ciudad?, ¿que ambos tienen gran vocación de servicio?
Deje de creer en la cigüeña hace muchos años, como creo también ya no masticar tanto vidrio. Eso por todos los desengaños, sufridos a través de los años vividos, que me hicieron un poco más desconfiado, adoptando aquella frase que dice: “Todos son culpables hasta que demuestren lo contrario”.
Deje de creer en la cigüeña hace muchos años, como creo también ya no masticar tanto vidrio. Eso por todos los desengaños, sufridos a través de los años vividos, que me hicieron un poco más desconfiado, adoptando aquella frase que dice: “Todos son culpables hasta que demuestren lo contrario”.
La manifestación “ñembo popular” promovida por Carmen Álvarez, fue el acabose. No por peticionar reclamos que más allá de justos o no, fue la forma como se hizo, lo que invalida la cosa. Siendo una abogada, no puede ni debe obstruir una ruta nacional. Por el motivo que fuere, a lo sumo, con una mano sola bastaba.
Tampoco llevar niños ni mujeres embarazadas, por el riesgo que corren, ya que cuando llega la policía o los cascos azules no es para repartir caramelos. Taponar con tractores y maquinas de la comuna fue una provocación violenta directa. Tampoco fue una marcha de todas las fuerzas vivas de la ciudad, solo un sector que apoyaba a una determinada coyuntura política, demasiado sectorizada.
Siempre hay canales adecuados para exigir reivindicaciones a las autoridades y esta marcha ha demostrado que ha servido nada más que para “ligar garrote”. La violencia nunca ha conducido a nada bueno y por lo que veo, a mi querida Hernandarias, la quieren mostrar como la “vedette” de las noticias policiales, en vez de presentarla al gran público como el verdadero polo de desarrollo de todo el departamento. ¿Quien va a ser el valiente que apague este incendio?
Siempre hay canales adecuados para exigir reivindicaciones a las autoridades y esta marcha ha demostrado que ha servido nada más que para “ligar garrote”. La violencia nunca ha conducido a nada bueno y por lo que veo, a mi querida Hernandarias, la quieren mostrar como la “vedette” de las noticias policiales, en vez de presentarla al gran público como el verdadero polo de desarrollo de todo el departamento. ¿Quien va a ser el valiente que apague este incendio?
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