miércoles, 24 de noviembre de 2010

LA LEY DE MURPHY

Esta es la famosa ley popular que nos dice que basta que nos esmeremos en hacer algo, para que una contingencia nos arruine nuestra preciada obra y derrumbe todos los planes. Y como les digo, lo que valen son los ejemplos, aquí van algunos.

  • Lavar el auto y que después caiga una terrible lluvia.
  • Estrenar un pantalón y luego mancharlo con grasa de asado.
  • El día que más cansados estamos, nos cae la familia de visita.
  • Basta que nos guste una buena película, para que se corte la energía eléctrica.
  • Solo nos alejamos un par de cuadras para que tengamos  ganas de orinar.
Y con esto ya tienen una clarísima idea hacia donde apunto. Pero lo antedicho es solamente una introducción hacia el tema central de presente semana. Porque pienso que a nuestro querido Paraguay también le ocurre, por desgracia, un poco de la Ley de Murphy. 

Atravesamos uno de los peores momentos, dentro de nuestra historia reciente. Soportando en la actualidad, las consecuencias de la rapiña y el despojo económico, cometido por los funcionarios públicos, de las gestiones posteriores a febrero del 89. Eso por el lado material, sin contar con pérdida de la ética y la moral.

Nuestros valores espirituales, aprendidos de los mayores, se fueron deteriorando con el tiempo, hasta casi desaparecer totalmente. La palabra empeñada, la solidaridad con los ancianos, ser caballero con las damas, la amistad y la camaradería, la puntualidad, los buenos modales, el respeto a los padres, el cuidado de los bienes ajenos; son todos elementos de un pasado que ya no volverá y que debiera figurar en cualquier museo.

Para colmo, padecemos una hecatombe financiera importada a nivel mundial, que nos hace temblar desde la punta del dedo gordo del pie hasta el último cabello de nuestro cráneo. Sin contar con que hoy sufrimos, una sequía que ha provocado grandes pérdidas en la agricultura y la ganadería nacional. 

Todos estos elementos forman un cóctel explosivo capaz de hacer temblar cualquier estructura política, económica, religiosa o militar de un país indefinido; cuanto más Paraguay, que  sustenta sus poderes sobre bases frágiles. Este es el panorama que se observa y en el cual coinciden la mayoría de los compatriotas, precisamente a la hora de expresar sus sentimientos y frustraciones.

¿Que tiene que ver la Ley de Murphy en todo esto?, mucho, teniendo en cuenta  que ante una situación tan caótica en todas las áreas, y donde se necesitan soluciones rápidas y de fondo, nos vienen a tocar funcionarios “light”, muy lentos e irresolutos a la hora de tomar las  decisiones del tan anunciado cambio.

Que parece un chiste, ahora ya nadie lo duda. Con burócratas improvisados, colocados en puestos claves, hablando a destiempo o declarando sin que nadie les pregunte y cuando realmente deben hacerlo, callan. Estas nuevas figuritas se han desgastado en poco tiempo por gustarles demasiado el mundo mediático.

Tal es así, que compiten diaria y abiertamente,  el protagonismo de los grandes titulares nacionales, con el señor Presidente, en todos los medios masivos de comunicación. Algunos torpemente hunden “su pata” hasta el cuadril, siendo el hazmerreír y motivo de burla entre los compatriotas. Otros con más y prolija oratoria, improvisan frente a las cámaras, como consagrados actores, y hablan hasta por los codos sin decir nada concreto.

Según como se vea, para los optimistas, se han invertido 6 meses y para los pesimistas, se han perdido 6 preciosos meses en marchas y contramarchas, a falta de un plan maestro, con su respectiva hoja de ruta. Los grandes temas preocupantes, aún permanecen en el “freezer” y como una consecuencia de esto, las cuestiones menores ni siquiera son tenidas en cuenta.


Todas las peleas y riñas entre funcionarios de distintos colores parecen más disputas entre meretrices que discusiones de origen ideológico. La falta de patriotismo, de desprendimiento ante el bien común y rasgos de humildad son algunas de las materias pendientes de esta nueva gente que se llena la boca con el famoso cambio, pero que este queda ahí, solo en el burdo intento.

El señor Presidente, lo mismo que varios de sus ministros y asesores, deberían moderar sus enojos y malhumores cuando reciban críticas a sus gestiones porque ese es el precio que se debe pagar por ser personas públicas. Tampoco deben encerrarse en sus lujosas y refrigeradas oficinas, para no perder el contacto con sus electores, que al fin y al cabo, realizaron la mágica transformación de un mediocre operador político pobre, en un funcionario mediocre del primer anillo, pero rico. 

Hasta ahora, se quiera o no, se está cumpliendo ampliamente con la famosa Ley de Murphy, solo espero equivocarme ampliamente como en muchas oportunidades ya lo hice. El tiempo lo dirá...

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