Nadie con dos dedos de cerebro y algo más blando que una piedra, puesta en lugar del corazón, puede pensar que la miseria, sea uno de los mejores negocios que existen, y encima de todo, es casi legal, que es lo más triste del caso.
Recuerdo años atrás, cuando se sucedían sin solución de continuidad, las implacables inundaciones en los barrios San Rafael y San Agustín de Ciudad del Este. Gente con el agua hasta la cintura, con todas sus posesiones materiales perdidas, estropeadas o simplemente llevadas por el raudal. Reponer un electrodoméstico o cualquier cosa para la casa, no es ninguna broma, especialmente cuando las entradas son algo flacas.
Es más, nadie con dinero en los bolsillos, querría vivir en uno de estos barrios. Lo hace por una necesidad económica. Volviendo al tema, la gente de estos sectores, ante tal emergencia climática, quedaba en la ruina, sintiéndose realmente desamparada. Entonces los inundados, le demandaban la urgente asistencia a la municipalidad y a los particulares. Ahí se armaba de inmediato el famoso “comité de solidaridad”.
Estos juntaban cientos de frazadas, ropas para criaturas y adultos, chapas de fibrocemento, sábanas, pañales e inclusive, hasta dinero en efectivo, hecho por algún dirigente político de fuste o un floreciente comerciante de la zona. En resumen, nunca todo lo recaudado por este ente, llegaba a su destino. Siempre se perdía por el camino. ¡¡¡Que raro!!!
Pero recuerdo con claridad, que lo único que llegaba a las manos de esta gente, era lo recaudado por las colectividades china y coreana, quienes se lo entregaban personalmente a las victimas. Siempre hubo denuncia de ventas de los artículos donados, en algunos conocidos comercios de plaza, así como funcionarios enriquecidos de la noche a la mañana. Como siempre, esto nunca fue investigado.
Otro caso resonante fue aquel tornado que destechó a la mitad del Área 3 y casas vecinas. Sucediendo este fenómeno al mismo tiempo en Encarnación. Y en ambos casos las pobres víctimas, jamás recibieron nada, tanto de parte de las autoridades comunales o nacionales ni de los particulares. Sin embargo algún alto burócrata municipal, pudo agrandar su cuenta en el banco local.
Estos son algunos ejemplos de los que me acuerdo, pero hay muchos más. En cada incendio, cada brote de epidemia, en cada catástrofe natural o provocada, siempre hay buitres que se alimentan de la desgracia ajena. Lo desesperante es que todos intuimos que algo raro pasa, pero como simples ciudadanos no podemos arrimar pruebas y menos que sean realmente contundentes.
Para ser más claro, durante el último “brote” de fiebre amarilla, además de todas las dosis regaladas, entraron al país, unos 7 millones de dólares, en efectivo, en concepto de donación, hechas por intermedio de las distintas cancillerías. Taiwán donó 100 mil dólares, la Unicef , 300 mil y Francia 500 mil, entre otros, sin embargo, de toda esa cantidad de dinero, nunca el gobierno de Nicanor dio cuentas de cómo fue utilizado ni dónde fue a parar.
Pero esto es solo la punta del iceberg, ya que haciendo un rápido recuento de todas las sumas entregadas a nuestro país, en estos últimos cinco años, nos encontramos que por todo concepto, se ha enviado unos 1.500 millones de dólares por año. Eso incluye créditos no reembolsables, donaciones de Ong′s, donativos de distintos países, especialmente europeos y asiáticos.
Con esa infernal masa de dinero, que representa el 50 % de la deuda externa, Paraguay ya tendría que tener hospitales modelos, supercarreteras de seis vías y doble sentido; red cloacal, agua corriente con cloro y flúor, plantas procesadoras de residuos en todo el país. Indígenas con sus propias tierras y totalmente autoabastecidos. Escuelas y colegios con construcciones dignas y todos los elementos necesarios para una educación moderna, sin docentes, con sueldos de hambre.
Museos bien provistos y con nuestro patrimonio cultural a salvo de la humedad y alimañas de todo tipo. Monumentos históricos de valía mundial, bien mantenidos y lejos de las manos de los depredadores de siempre. Jubilados que cobrasen puntualmente y lo que les corresponde por una vida de aportes. Cientos de pymes ocupando mucha mano de obra, financiadas por bancos estatales.
Un campo y una industria estimulado con créditos blandos y a largo plazo para que haya capitalización, respaldado por un comercio exportador desburocratizado. En fin, con todo ese montón de dinero, este país tendría que ser otra cosa, pero no lo es. ¿Habrá alguna vez, algún fiscal, juez o lo que sea, con las “cosas” bien puestas y meta preso a quienes nos robaron un futuro mejor?
¿No sería justo condenarlos por alta traición a la patria y fusilarlos en plaza pública? ¿Donde está todo ese dinero, que era para el pueblo?, y no para que unos pocos miserables que se aprovecharon de sus cargos y defraudaron la confianza puestos en ellos. Delincuentes que sacaron ventajas, jugando con la miseria de un pueblo, quien debe exigir explicaciones a los gobernantes actuales y anteriores.
No por nada el gobierno de Alemania tomó la decisión de no enviar más donaciones, debido a la poca seriedad de nuestras magníficas autoridades. Es una pena que se siga acrecentando nuestra mala imagen externa, pero mucho más me entristece que algunos de nuestros propios compatriotas hayan hecho de la miseria un gran negocio.
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