miércoles, 22 de septiembre de 2010

¿QUIÉN RESPONDE POR LOS IMPUESTOS MALGASTADOS?

Nuestros funcionarios públicos, esos mismos que se creen dioses, a pesar que están en sus cargos gracias a nuestros votos y alimentados con nuestros impuestos, contribuciones y hasta con el producto de las infracciones que nosotros mismos cometemos. Sin embargo esta gente que se cree privilegiada, parece que gozan de una frágil memoria que les hace olvidar lo que realmente son.

Muchos parecen olvidar que son empleados de la comunidad y que como contribuyentes, merecemos algo de respeto y hasta cierta cortesía en el trato, que no siempre se ve, al menos en algunas dependencias de la municipalidad de Ciudad del Este. Pero la falta de respeto no se refiere sólo a la amabilidad, si no también en el manejo de los fondos públicos.

En la mayoría de las obras públicas, especialmente las municipales, siempre ronda más que una ligera sospecha que se adhiere a las gargantas de los ciudadanos y las aprieta hasta hacerlos decir cosas terribles, que generalmente nunca se tienen pruebas concretas en la mano, pero a ojos vistas, se puede apreciar que el monto que se dice que han gastado no tiene equivalencia con el material ni la calidad empleada.

Hablar que se “robó” o que alguien  pegó un gran “mordisco”, suena demasiado fuerte, sin embargo a veces, las sospechas del mal manejo de los fondos públicos son acertadas. No se puede englobar a todo y a todos en la misma bolsa, porque cada caso es un caso y merece su detenida atención. Empedrados que les falta el cordón, o que se hunden a los dos meses de terminados, o que no se compactó lo suficiente ni con el esmero aconsejado.

Asfaltados como los de Hernandarias que tienen una capa tan fina  que pareciera que fueron pintados con brocha y no con una máquina de asfalto en caliente. Lo peor del caso es que antes del año, se pudo distinguir al pavimento articulado que le hizo de base (léase adoquín). Obras de mala calidad abundan por todo el país y por desgracia son pocos los funcionarios castigados por no fiscalizar como se debe, de igual manera que a las empresas constructoras que no quieren asumir su pésimo trabajo.

Pero el caso que nos llama la atención esta semana es la novísima Terminal Urbana de Transportes. Si bien vista de lejos, es agradable a la vista, ya que estéticamente tiene cierta armonía en su conjunto, pero que tiene varios errores conceptuales, que llevados  del tablero al terreno mismo de la obra, se debían haber corregido al instante, por ser básicos hasta para un estudiante del primer año de arquitectura.

El primer error fue el mezquino ancho que se les dio a las calles que separan los andenes. Esto hace que el paso de los ómnibus sea  dificultoso y circulen  casi rozando los cordones, que más de un vehículo ya se los ha llevado por delante. La segunda equivocación consistió en que no fue contemplado  el radio de giro de los distintos vehículos que frecuentan dicha Terminal.


Existen colectivos de pasajeros que son mucho más largos que otros, especialmente los que tienen el servicio interurbano como los de Hernandarias y Minga Guazú. Estos deben hacer varias maniobras para poder acceder a los andenes, con lo cual generan caos y  trastorno para chóferes, guardas y pasajeros.

Otro desliz que se les deslizó a los proyectistas de la obra fue que no contemplaron o no les importó (óptese por cualquiera de las dos posibilidades) el termino del recorrido de aquellas líneas interurbanas, más arriba mencionadas y que siempre han sido postergadas y discriminadas por las distintos funcionarios encargados del ordenamiento del tránsito. El andén existe, y ya está terminado, sin embargo no hay un motivo concreto para que no se le otorguen de inmediato y sin tanta burocracia.

Es como si estas fueran empresas de segunda categoría. Sin  embargo esto es discriminación ya que muchos vehículos que circulan por Ciudad del Este, serían consideradas chatarras y no podrían transitar ni por Minga ni por Hernandarias. Los empresarios de estas ciudades están haciendo un gran esfuerzo que los de Presidente Franco no hacen, por dar solo un ejemplo.


Pero lo que más ha molestado e irritado a los contribuyentes, que siempre dan y por supuesto no reciben nada a cambio, fue el hundimiento de un tramo en una de las calles, solo teniendo en su haber, menos de una semana de uso. Consultada la arquitecta responsable de verificar dicha obra, usó la palabra “experimento” para justificar semejante falta de prolijidad.

Experimentar con nuestro dinero no es nada gracioso, al contrario es un tema demasiado delicado como para jugar. Ya existe un manto de  horribles dudas sobre el dinero invertido y las obras resultantes. Si esto se lo toma a juego entonces los verdaderos contribuyentes  necesitan saber imperiosamente: ¿quién se hace responsable por los impuestos malgastados?

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