El tremendo poder que tiene la palabra es un tema que se ha tratado infinidad de veces, en todos los planos y en todos los contextos. Se puede expresar un pensamiento sin necesidad de herir los sentimientos e inclusive marcar agudamente los defectos de tal persona sin necesidad de ofenderlo o agraviarlo gratuitamente.
El ingenio humano y el idioma castellano son tan ricos que se puede tratar de inepto a cualquier eventual adversario político sin necesidad de rozar las fibras más íntimas de su ser.
Lo que actualmente está sucediendo con los distintos pre-candidatos de los diferentes partidos políticos es totalmente bochornoso y entre todos han dado varios pasos atrás, en todo aquello que se llama debatir ideas y confrontar propuestas.
El lenguaje vulgar y chabacano que usan, es mucho más apropiado para el Mercado 4 o una cancha de fútbol, que para la probable postulación a regir los destinos de una nación que busca salir de su estancamiento.
Si nos remitimos al partido colorado, se puede encontrar que hasta nuestro actual presidente se ha dirigido a sus propios y eventuales correligionarios con palabras durísimas, que no condicen con la alta investidura que actualmente posee. Amenazas encubiertas, ofensas gratuitas y trato peyorativo hacia sus oponentes es parte del arsenal que usa en sus discursos y que de ninguna manera contribuyen a brindar calma y serenidad a una sociedad que por distintos motivos, no la posee.
Entre uno de los vice-presidenciables y el actual presidente interino del partido colorado, tampoco se quedan muy atrás en eso de los discursos bajos e irónicos. Sacar los trapitos al sol se ha constituido un hecho cotidiano, que los medios de comunicación masivos se hacen eco y la población los recibe con cierta indiferencia y con una leve sonrisa en los labios ante las barbaridades expresadas por uno u otro contrincante. Se parece más a un partido de tenis donde el público en vez de seguir el recorrido de la pelota, espera enseguida la réplica, para saber quien es el más ofensivo y procaz de la cancha.
Sin embargo los cruces más violentos han sido por parte del actual presidente y su delfín hacia el frente opositor, encabezado por el ex – monseñor. Ahí, si se pudo observar como ambos se sacaron muchas chispas. Evidentemente, si seguimos dando ejemplos deportivos, los dos se pegaron golpes por debajo del cinturón.
A todo esto, la ciudadanía se mantiene seria y expectante de lo que dice uno u otro, y con un cierto dejo de tristeza al ver hombres grandes y maduros, con mucha cantidad de títulos universitarios a cuestas y una preparación académica envidiable, tratarse de una manera ridícula como si fueran simplemente criaturas.
Los otros candidatos de la concertación, de una u otra manera siguen el mismo camino, pero ya en un tono mucho menor, pero los diálogos siempre son de un tinte soez y burdo. En realidad da mucha pena ver la clase de dirigentes políticos que tenemos y que quizás, por indolentes o inútiles los merezcamos. Evidentemente que ninguno tiene el más mínimo nivel, no solo para ser un simple presidente de un país como el nuestro, si no que jamás reuniría los requisitos que se necesitan para ser un estadista.
Para aquellos que no lo saben y en realidad no tienen porque estar enterados; un estadista es algo más que un presidente, es alguien que tiene una óptica distinta y un enfoque de la coyuntura por encima de los problemas. Toma medidas políticas, económicas o sociales aunque no sean populares, pero sí necesarias para sacar al país adelante. Muchas veces el reconocimiento llega tarde para un verdadero estadista, pero porque sus medidas se alejaron del tinte demagógico o populista, siempre pensando en el futuro del país, más allá de su mandato.
Como alguien dijo una vez: "Un estadista es aquél que gobierna pensando en la próxima generación, y no en la próxima elección". Además debe ser una persona honesta a prueba del paso del tiempo y ser recordado por su combate a la corrupción y la mentira durante su mandato. Se podría citar a Golda Meir, artífice de la independencia de Israel, a Winston Churchill, que le tocó conducir los destinos de Inglaterra durante los duros bombardeos, en la Segunda Guerra Mundial, Mahatma Gandhi quien sentó las bases para una nueva India, por citar algunos ejemplos bien claros.
Los insultos no conducen a ningún lado y por supuesto que no garantizan tener la razón. Quizás sea por eso, por tener dirigentes mediocres que estamos donde estamos.
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