Parece mentira, pero todos los paraguayos somos “apatukados” desde muy temprano en la mañana. Nos “apatuka” el colectivero cuando nos cobra por un pésimo servicio, los vendedores ambulantes te quieren vender “gato por liebre”. Nos “apatuka” Ande y Copaco al cobrarnos tarifas que nunca se sabe de donde salieron ni su forma misteriosa de facturar.
El IPS, que puntualmente nos descuenta de nuestro magro salario al que no lo usamos nunca, pero cuando lo hacemos, debemos ponernos de rodillas y suplicar que nos atiendan, al menos con cierta cortesía y respeto. Cuando aparecen impuestos nuevos que generalmente son para pagar la “fiesta” de los de arriba y nosotros, ni siquiera hemos podido probar un solo “bocadito”. Cuando se hace una “ñembo” reforma fiscal, en el momento de la recesión más aguda que ha sufrido este país en tiempos de paz, sin antes haber creado fuentes de trabajo.
Cuando un técnico nos cobra “un ojo de la cara” por reparar un electrodoméstico o lo que fuere y a los dos días, vuelve a descomponerse. Cuando nuestros parientes y amigos se van a España y luego nos consolamos ver sus caras sonrientes (algunas veces) por Internet. Cuando vamos al súper y nos encontramos con los productos más caros, pero que ahora se les llama “ajuste técnico”.
Cuando el microcentro es hermoseado con decenas de obreros, casi constantemente, pero las áreas habitacionales y principalmente los barrios quedan en el olvido, como si en ellas no hubiera gente que merezca también la misma preferencia. Cuando llega la factura del impuesto inmobiliario, en el que se detalla, que uno de sus cánones es por barrido y limpieza, siendo que nuestra cuadra no solo no tiene ni empedrado si no que jamás apareció el camión recolector o los barrenderos.
Cuando Senepa ha desaparecido de tu vista por tres largos años y al reaparecer, lo hace con veneno ya vencido. Cuando leemos que tal o cual funcionario público fue imputado por enriquecimiento ilícito, que se le instruye con un sumario administrativo y al final solo se lo “castiga” trasladándolo a otra repartición pública. Nunca hemos leído que dicho funcionario vaya directo a Tacumbú y que sus bienes mal habidos retornen de donde han salido.
Nos están “apatukando” cuando nuestros hijos a cada rato nos piden dinero para la cooperadora de la escuela o que su maestra le exige pirapire para cualquier vyrorei, ¿no era que la educación en Paraguay era gratuita?. Cuando nos hablan del “país de las maravillas” (como dijo una vez el senador Herminio Cáceres) y nosotros tenemos que hacer verdaderos malabarismos para llegar a fin de mes.
Cuando tenemos que caminar por la calle porque las veredas están rotas, ocupadas por mesiteros, invadidas por mercaderías de los negocios formales que usan este espacio como un gran exhibidor o simplemente éstas no existen. Cuando se tienen que poner los seis sentidos en funcionamiento al cruzar una calle para no tener que ser atropellado por los cientos de motociclistas enloquecidos por la velocidad y que proliferan como plaga por toda la ciudad.
Cuando los estudiantes practican con sus tambores durante un mes entero rompiendo la paciencia de todos los vecinos a cinco cuadras a la redonda de los distintos colegios, desaprovechando hermosas horas que deberían ser dedicadas por entero al aprendizaje y no derrochándolas en efímeros desfiles que no aportan gran cosa a su educación. No se justifica en mitad del año y si quedaría hermoso como último trabajo antes de la colación.
Son tantas las “apatukadas” que todos sufrimos diariamente, que es imposible de resumir, sin embargo nuestras frágiles espaldas que soportan el peso, están poco a poco empezando a cansarse.
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