martes, 7 de septiembre de 2010

¿Y AHORA QUE HACEMOS?

Ahora que la marea está bajando y las aguas comienzan a calmarse, ¿qué es lo que pasó con el dengue?, ¿como hemos llegado hasta ese punto?. Con más serenidad se puede ahora hacer un rápido balance de lo acontecido y decir que nuestra vergüenza ha dado la vuelta al mundo en la página de los principales periódicos y demás medios de comunicación masiva. Esta es una culpa que todos debemos cargar pero también deberíamos compartir, ya que nadie ha movido un solo dedo para prevenir lo ya previsible.


Si comenzamos por el lado del Gobierno, que está muy acostumbrado a violar  la  Constitución Nacional, especialmente donde reza que se debe garantizar la salud de toda la población. Que sigue recortando los gastos (léase inversiones) del presupuesto en este rubro; que todas las donaciones que se reciben de los distintos gobiernos y ONG desaparecen como en el Triángulo de las Bermudas, para este fin. Que las regiones sanitarias no tienen una coordinación efectiva con el gobierno central y las distintas municipalidades y cuando llega el momento de actuar en serio, corren alocadamente como gallinas asustadas por un aguara guasu dentro de un gallinero.

Y sería esta misma gente la que tendría que conservar la calma para no causar pánico entre la población. Que se ha rociado con sustancias vencidas, vaya uno a saber por que motivo. Que los técnicos (por decirlo así), los voluntarios y demás ayudantes no han tenido ningún tipo de preparación profesional y por lo tanto no pueden prevenir ni siquiera el cambio de la temperatura. Los móviles han sido insuficientes, sin embargo se ven muchos vehículos 4x4 nuevos dentro de los distintos estamentos oficiales.

Por el otro lado encontramos a una población realmente indolente y por confesiones de los funcionarios de Senepa, en todos los medios, podría decirse que es puerca. Salvo muy raras excepciones, todos los fondos de las casas son caldo de cultivo para la cría de este “simpático” mosquito.

Baldíos con pastos de dos metros, llenos de todo tipo de alimañas, refugio de todo lo malo que se pueda encontrar. Terrenos donde casi no se conoce al dueño o poco le importa su estado. Es ahí donde el Estado debe actuar compulsivamente, pero como una costumbre, no cuando la leche ya se derramó y ya no hay nada por hacer. Aunque parezca una medida “argel”, los estudiantes deberían ayudar a concientizar a la población, por lo menos un día a la semana, que bien podría ser un sábado, para no restar horas de clases a las pocas que ya tienen.  

Por lo tanto esto no es una tarea de una sola parte, si no un trabajo en equipo entre el Estado y la población. Uno de ellos no puede exigirle al otro si es que no cumple su parte. ¿Y ahora qué?

Tenemos en puerta una probable epidemia de influenza, y es de esperar que no suceda lo mismo. A  quienes le corresponda esta responsabilidad tomen los recaudos necesarios para que no vuelva a ocurrir semejante vergüenza, pero sin excusas esta vez. Que se preparen las vacunas suficientes para inocular a la población, especialmente a los niños, embarazadas y ancianos.

Que no haya muertes estúpidas que lamentar por no encausar el dinero suficiente en el destino correcto. Señores del Ministerio de Salud, despierten de su sueño del “país de las maravillas”, arremánguese sus camisas importadas y manos a la obra que más de seis millones de paraguayos esta vez sí los están mirando y ¡como!

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