martes, 7 de septiembre de 2010

SE CREARON MUCHOS PUESTOS DE TRABAJO… EN ESPAÑA

Como todo buen egoísta, pero no envidioso, cuesta aceptar la partida de gente muy cercana a nuestros afectos, que busca nuevas oportunidades en otros horizontes. Sé también que a muchos de ellos, no los veía con cierta frecuencia o simplemente nos saludábamos con un movimiento de cabeza, o a las corridas, en el medio de la calle.


     Pero aunque no nos viésemos tan seguido, el saber que fácilmente podían ser  ubicados, eso me tranquilizaba, pero, mentalizarme que la gente que uno aprecia y quiere, está a medio mundo de distancia, me causa una terrible e inmensa depresión. 

Es innegable que el pésimo momento económico por el que estamos atravesando, nos empuja y ¡como!, hacia otras y lejanas  tierras. Y cuánto tendrá que estar de difícil la cosa, que, para que un paraguayo tenga que tomar la triste decisión de abandonar su tierra, es porque tiene que estar con el agua un poco más arriba de su cuello.


Uno  quisiera creer  firmemente que esto se va a revertir, que los próximos gobernantes  serán  mucho  mejores que los actuales, pero esto nos los han repetido tantas veces, hasta el cansancio, por lo menos, desde hace unos sesenta años; es por esto mismo que ahora dudamos e incluso mucho nos gustaría tratar de mentiroso a tal o cual candidato, aún sin haber sido elegido o ni siquiera  conocerlo.

Pero de mentiras todos estamos llenos hasta las orejas y no sé por cuanto tiempo más seguiremos depositando en sus manos, nuestras ambiciones, nuestros sueños más queridos, nuestras esperanzas y todo lo mejor de nuestros sentimientos más íntimos, para que una y otra vez seamos nuevamente defraudados. Con simples promesas no se come.

  Nadie se aleja de su terruño por simple gusto; siempre es empujado por problemas económicos, carencia de oportunidades, cierta falta de reconocimiento en el trabajo ó al talento personal y otros pequeños detalles por el estilo.  Tener que abandonar su tierra es un acto verdaderamente cruel y doloroso, lo sé muy bien, por que lo he sentido en carne propia.

  Quizás al principio no cause tanto dolor ya que las novedades nos tienen constantemente deslumbrados y entretenidos y no nos alcanzan los ojos para ver tantas cosas diferentes y nuestra capacidad de asombro parece no tener límites. Pero cuando ese estado de ebullición comienza a serenarse, ¡ahí te quiero ver bailar!

Todo se extraña horrores; la comida, la música, nuestro club de fútbol, los parientes, los amigos, los ex compañeros de trabajo, los vecinos, los olores y sabores impregnados de infancia y adolescencia, los lugares que uno ha visitado, que con la lejanía, se vuelven más lindos e imponentes. Pero el tiempo no puede detenerse de ninguna manera, las cosas siempre cambian permanentemente.

Sin embargo, se va un amigo y como si fuera un milagro, conocemos a otro que podría llegar a serlo. No ocupará jamás el lugar del que se fue, por que esas cosas nunca se reemplazan, pero que llenará en parte nuestra necesidad de afecto, de compañía, de camaradería. Eso es realmente la vida, aunque no nos guste, especialmente a nosotros los que somos un poco egoístas, pero no envidiosos y nos duela más que a muchos otros.



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