Existe en nuestro país, un concepto totalmente equivocado y erróneo de lo que realmente constituye la verdadera carrera de un político. Si empezamos a desgranar, parte por parte, como en una especie de autopsia a nuestros actuales dirigentes, nos encontraremos que, todos ellos, y casi sin excepción, puede ser que la haya, pero la desconozco totalmente, tienen sus actitudes y aptitudes que dejan mucho que desear.
El 75 % de nuestros dirigentes no tiene ningún tipo de preparación académica para cualquiera de los cargos a los que aspiran. Muchos de ellos desconocen totalmente las leyes y no quisiera ser irónico, pero algunos firman con la impresión digital de los pies. La idea arraigada en Paraguay es que hacer carrera, es ir logrando adeptos no en base a ideas o propuestas, si no al “yo te doy un puesto en el Estado y vos me das tu voto y el de tu familia, amigos, parientes, compañeros de trabajo o los que puedas conseguir”.
El primer paso será postularse para concejal, luego de haber ahorrado algún dinerillo por ahí o como simple prestanombre de algún poderoso que no quiere identificarse, pero que sí gozará de la impunidad que le otorgará su “pupilo”. En componendas turbias con sus colegas percibirán dinero negro de cuanto negocio se genere dentro de cualquier municipalidad de nuestro país. Es así que vemos cientos de “arriero perõ” salir de sus humildes viviendas de maderas e ingresar a hermosas mansiones de dos pisos.
Lo mismo ocurre en todos los estamentos de funcionarios con un cierto poder en sus manos. Se olvidan completamente de quien los puso en el lugar que ocupan y lucran con la buena fe de los votantes. Lo triste de esta historia, es que se repite elección tras elección y nunca termina por cortarse este endemoniado círculo vicioso. El parlamento paraguayo es un hecho típico y amplificado de lo ya antedicho.
Senadores y diputados reelectos cien veces, con muchas ausencias y ningún proyecto que valga la pena ser presentado. ¿Quién paga la fiesta?, todos los ciudadanos. Se los puede denunciar, como tantas veces se hizo, pero la misma corporación se coloca una gran coraza a prueba de interpelaciones y todo queda, como siempre, en la nada.
Entonces si la denuncia no es efectiva y todos los funcionarios estatales, con graves acusaciones, están congeladas en las distintas dependencias de la Contraloría General del Estado, se matan de risa ante la impunidad que gozan.
¿Qué se puede hacer para defendernos de esta fauna de falsos dirigentes? Presionar con todos los medios que tiene el ciudadano común en sus manos, para que en las próximas elecciones se utilicen las listas abiertas, en donde cada uno de nosotros podamos elegir a quien colocar, en donde se merezca y que no nos impongan a dedo a gente descalificada que no tiene ningún tipo de merecimientos para un cargo.
Todo el vaciamiento de fondos que ha hecho la clase política paraguaya es una consecuencia directa del vaciamiento de los valores morales y éticos que sufre nuestra nación, por parte de los mismos. Por lo tanto esto mismo ha conducido a las graves derivaciones que estamos padeciendo los 6 millones, que viven en este país, si es que no son menos, debido al éxodo indiscriminado y en tropel de cientos de compatriotas hacia otras tierras. Es como se dice ahora, el producto de un efecto secundario.
Saquear las posesiones del Estado paraguayo se ha convertido en un mero deporte para la clase trepadora de los seudos políticos o politiqueros que sería el nombre más correcto. Saquear y no macanas es el lema de aquel que recién se lanza a la arena de las elecciones de cualquier tipo que sea. El país no importa, lo fundamental es llenar los bolsillos hasta que exploten y tener un resto para la reelección. Se repartirá algo a los socios de la trampa y el silencio y la mutua ayuda en caso de desgracia estará en primer lugar.
El que no cumpla con este postulado, será cruelmente sacrificado, ejemplos hay muchos, pero para qué seguir pisando al caído, no tiene sentido. Los bienes que antes le pertenecían al Estado, como por arte de magia pasaron a manos privadas y nosotros siempre seguimos en ayunas. ¿Qué clase de ejemplo tienen nuestros hijos y los hijos de los políticos?
Entonces la premisa “que robar está muy mal… si es que te llegan a atrapar”, es cierta. Lo vemos eso todos los santos días. Espero que alguna vez se cumpla, lo que reza una frase que se me quedó muy grabada: "Un político es aquél que gobierna pensando en la próxima generación, y no en las próxima elección".
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